Doy por finalizada la operación Navidad2018, pero no quiero cerrarla sin dejar la crónica del día de Reyes.
Es un día de nervios, de excitación máxima, y de pura ilusión.
En los días previos fui haciendo los pasos iniciales para el roscón y el día cinco por la tarde, con las dos masas levándose, nos fuimos a la cabalgata de Reyes.
Aquí es una cabalgata discreta, con apenas tres carrozas y los tres Reyes Magos.
Nosotras solemos ir tempranos, para verlos desembarcar (aquí los Reyes Magos llegan en barco, como es lógico), y que nos pasen por delante.
Este año el atardecer estaba precioso, aunque los móviles nunca llegarán a captar la verdadera esencia del atardecer de aquí.
Había más gente que otros años, me pareció a mí, aunque nosotras llegáramos temprano, no nos pudimos acercar tanto como otras veces. En la espera, Emma fue poniéndose cada vez más nerviosa. Hablaba sin parar, preguntaba sin parar.
Tengo que decir, que durante toda la semana, se la pasó ideando un plan para poder verlos en casa. Dejando los walkie-talkies encendidos para oirlos y despertarse.. dejarles notas secretas… aunque finalmente se decantó por dejarles una hoja con la comanda de firmar. Me dio tal ataque de risa que difícilmente pude disimular. Me dio la impresión de que quería hacerles el control horario de productividad.
Ya en casa, colocamos los zapatos bajo el árbol, y con gran dificultad para mí, pude dedicarme a las tareas de ayudante de Rey Mago.
Digo difícil tarea, porque Emma estuvo despierta hasta más allá de la una de la madrugada… Y yo con una mensajera excepcional esperando la señal acordada para que me trajera mis paquetes.
Hay demasiada suspicacia ya en esta niña, y dudo seriamente que el año que viene pueda seguir manteniendo este teatrito.
Mientras ella dormitaba, yo me puse con la lana tejida para regalar. Este año le tocó al Gurú y familia. Gorros y calcetines para todos. Ambos patrones son los básicos, pero eligiendo la lana adecuada, el resultado es de lo más satisfactorio. Lo bueno de elegir bien a las personas a las que regalas lo que sale de tus manos, es que lo aprecian verdaderamente. Y también, el placer de verles recibirlo con tanta emoción, es la mejor manera de sentir que te lo agradecen.
La lana de los gorros, fueron dos ovillos de Mundial, que me trajo una lectora del blog, hace ya dos años. Sigo recordando ese encuentro y el que vino después, con mucha alegría. Con esos ovillos pude hacer cinco gorros. Tres para las mujeres del Gurú, y otros dos para Emma y para mí. Desde que tuve los ovillos en las manos vi claramente los gorros con su correspondiente pompón. El resultado final es exacto al que visualicé.
Después de dormitar algunas horas, me desperté para hornear los roscones, y al aroma de ellos, se despertó Emma.
Alegría y sorpresa a partes iguales al ver los paquetes junto a su zapato. Sin decidirse a cuál abrir primero, intentando averiguar qué eran por la forma.
Con la curiosidad satisfecha, salimos pitando para casa de los abuelos. Con los roscones calientes y el día clareando. Un amanecer casi igual de bonito que el atardecer del día anterior.
Pasamos el día entre paquetes y alegrías. Niñas corriendo y trozos de roscón con chocolate. Yo, no sé tu, pero a la vida no le pido muchas más cosas que seguir disfrutando con la misma ilusión de la noche de Reyes.
¡¡¡Feliz año!!! y felices Reyes!!!
Esta ayudanta de Reyes Magos también durmió poco esa noche, porque los peques no terminaban de dormirse 😉 en nuestro caso, además se quedaba la primita a dormir… y aunque los 2 mayores, mi hijo y la prima ya lo saben, están totalmente metidos en el papel y ayudaron a la peque a poner leche y galletas para los reyes y agua para los camellos, en fin, bendita inocencia.
Y que no se nos vaya nunca.
La ilusión es la alegría de recibir lo que está por venir. Depende de nosotros.