Hace tiempo leí un libro (me acabo de dar cuenta de lo que me repito!!!, bien es cierto que uno es lo que lee, ¿no?), llamado “Pequeñas infamias” de Carmen Posadas. Dicho libro ganó el Premio Planeta en 1.998 (valga como dato). La sinopsis del texto no se las voy a dar porque terminaría por destriparlo y no es esa mi intención. La cuestión es, que a mí como lección de esta lectura me quedó que no hay nada en la vida que no tenga importancia, ni las verdades, ni las mentiras, ni las infamias, ni los halagos.
Esto viene a cuento, porque hoy me siento analítica, y he hecho una lista de las cosas que me hacen muy feliz. Me hace tremendamente feliz recibir un paquete por correo, esos instantes antes de abrirlo en los que le das vuelta, relees el remitente, lo tocas, lo hueles… rompes el papel y sacas su contenido…¡Ah! Placer!; Me hace tremendamente feliz escuchar a varios cantautores, esos primeros acordes, las primeras frases, el canto que se te cuela por los oídos… y de repente te sientes totalmente comprendido e identificado por lo que se canta…¡Ah! Placer; Me hace tremendamente feliz despertarme a las 3:00 am, y ver el reloj, para hacer un cálculo rápido y caer en la cuenta de que aún me quedan otras tres horas más hasta que suene el despertador. Esto último me causaba tanta alegría que cuando me acompaña de noche el ángel de la Guarda, me despierta para que vea cuantas horas me quedan aún, dándome siempre la buena noticia… ¡Ah! Placer!. Me hace tremendamente feliz recibir una llamada de madrugada, para que alguien con voz de trapo me salude un poco, me cuente como han ido el trabajo, y al final temine adoptando una personalidad infantil que precisa mis mimos… ¡Ah! Placer!…. Y así una lista de pequeñas cosas que me hacen tremendamente feliz. Y aquí viene el análisis: Si todo eso me hace sentir bien, ¿por qué no me acuerdo cuando me siento mal?.