Naranja de noviembre
Primer fin de semana de noviembre, y tenemos ya el final del año en pista.. tempus fugit
Ayer de pronto, sentí frío. Algo que no sentía desde yo que sé, ¿Abril?. Pues ayer, después de comer me senté a leer un rato, (Diana Gabaldón está teniendo la culpa de que teja poco y de que no cosa nada), mientras Emma iniciaba uno de sus múltiples juegos de pinypones. En eso estábamos, cuando de pronto me dio un escalofrío, suave, leve.. pero lo suficiente para echar de menos una mantita ligera. Me fui al armario y saqué una. En cuando me la eché por encima vino Emma a cobijarse conmigo. Supongo que esto es el otoño aquí.
En estas latitudes no podemos esperar más que un poco de frío (poco) y ¡ojalá! algo de lluvia. El resto va a tener que correr de tu cuenta, o de tu imaginación más bien.
En esta casa no podemos quejarnos de la dotación de imaginación que nos tocó. Y pensando en noviembre y en pintar nuestro otoño, el color estaba claro. Todo al naranja.
Lo primero, la corona de la puerta. Aprovechando que la saqué, hice una breve ordenación en la caja donde las guardo, y pude comprobar que tengo 6 coronas adornadas, y la estructura de otras dos a la espera de ideas felices. Me puse contenta pensando que nuestra nueva casa tendrá al menos dos puertas donde poder colgarlas al mismo tiempo. Punto más para la casa nueva!
Lo segundo, pasar por la frutería y comprar kakis. En serio, ¿hay en este tiempo una fruta mejor?.
Días atrás compré dos calabazas para poner en casa por Halloween, que no es que haya demasiada celebración por aquí, pero cualquier excusa me vale para adornar la casa un poco y vestirnos de fiesta.
Pasado el día, las abrí, las limpié y al horno. Ahora tengo boles de puré de calabaza asada, para unas cremas, y para un par de pumpkin pies. Es probable que intente incluso, algún pumpkin latte.
También saqué nuestro tablero de dar gracias. Y empezamos a llenar los sobres desde el día uno. Este año hay una grandísima novedad, y es que Emma está escribiendo ella misma sus tarjetas. Yo, para mí, que esto es ya un motivo suficiente para dar gracias por todo el mes. Pero, le paso su tarjeta y disimulo, mientras me limpio las lagrimillas. Es el tercer año que hacemos este ejercicio, y es divertido, necesario, y muy enriquecedor. Pruébenlo!
De último, retomé unos calcetines que casualmente tienen muchos naranjas. Estoy leyendo muy despacito la Making de este trimestre, porque intento alargar lo posible este placer.
Y para placer, las duchas con gel de vainilla y calabaza de TheBodyShop, que terminan con una bodybutter de la misma línea (Loli infinitas gracias!). Cómo huele señoras, cómo huele. Hasta Emma me ha pedido que se la ponga algunas noches. Es un olor de ahmmmmmm. Si tienen una tienda cerca, entren y dense un capricho (por cierto, que no me patrocinan ni nada).
Y con esto y poco más, no albergo duda alguna de que nuestro otoño es posible que sea corto, pero será muy anaranjado.
Mañana
Mañana cumplo 42. Y es algo bastante extraño, porque tengo la sensación de no haber tenido 41. Todo este año, he dicho tengo 42, y luego rectificaba: ¡ah, no no, que son 41!, es como si algunos números no terminara de asociarlos con mi persona. No tuve 41 y voy a estar dos años teniendo 42.
Por ahí, en alguna de mis múltiples libretas tengo una lista con 42 deseos por cumplir, pero hoy me bastaría con poder sentarme delante de la mar y dejarme ir. Necesito recargar pilas, con urgencia. Y tu pensarás que decir esto un lunes, es una total incongruencia. Pues no, porque me he pasado el fin de semana trabajando ¡ay! la vida del autónomo. Venga va, que no me quejo, que por lo menos, lo que hago me gusta bastante.
Recargar pilas para mí es sinónimo de agua. Baño de mar, observación de la mar, respirar mar.
Ayer por la tarde, después de estar todo el día sentada, puse música y me levanté. Emma como siempre que oye salir música del ordenador, sabe que mi jornada laboral ha terminado, y viene corriendo a unirse.
Sin hablar y sin estar premeditado, salimos saltando por el pasillo al ritmo de Estalactitas.
Por la noche, cuando ya estaba metida en la cama, y me puse a pensar en lo que realmente quería para este próximo año, me di cuenta de que era justamente eso, que no se nos quiten nunca las ganas de bailar. Porque esto también me recarga pilas.
Y hoy, es el último día que tengo 41.
Siéntate porque la historia es larga
Un llavero con dos llaves es el final de una historia que empezó hace un poco más de 27 años. Pero para llegar a este final, mejor vamos a empezar por el principio.
Hace 35 años alguien muy apegado a mi familia, y a mí en concreto, compró una casa. Para ello, nos solicitó ayuda económica. De forma que la casa finalmente la compró mi padre y ellos vivían en ella.
En esa casa se hizo una obra importante, y de ser una casa, se convirtió en dos. Ambas casas habitadas por un señor y su hermana, cada uno en su espacio, aunque las casas se comunicaban por una escalera interior.
Este señor, era soltero y sin hijos. Y supongo que la relación laboral que lo unía a mi padre, me convirtió en su ahijada. La cosa es que en casa, mis tres hermanos le decíamos Padrino, aunque padrino solo era mío. Ella, su hermana, soltera y sin hijos, nos adoptó como ahijados también.
Tengo muchísimos recuerdos de él. Me enseñó a llevar un libro de cuentas, a hacer nóminas, a rellenar cheques, y a controlar pagos y cobros. Era alto, socarrón, bromista.
Llamaba a mi casa por teléfono, y yo contestaba: Diga. A lo que él siempre respondía: Digo.
Tengo el teléfono ahora conmigo, y cada vez que lo veo, me acuerdo de ese saludo inicial.
Recuerdo el día de reyes con ellos. Cómo se esmeraban en hacernos unos regalos estupendos, que yo supongo que compraba la hermana. A ella la traté menos, aunque lo poco que la traté, hoy mirando atrás, puedo decir que marcó muchísimo quien soy, casi sin darse cuenta. Ella fue la primera que me habló del yoga, cuando yo apenas tenía 10 años. Me acuerdo de estar con ella viendo un libro en blanco y negro con una señora en posición, haciendo el árbol o el guerrero. No conservo ese libro, pero sí un guarda agujas de punto, que un día me regaló cuando le dije que me iba a hacer un jersey. Un tubo lleno de agujas de punto rectas. El yoga y el punto, dos pilares fundamentales en mi vida. Me regalaron la primera guitarra que entró en casa. En la que yo difícilmente saqué una isa, pero que mi hermano aprendió a tocar, y con la que mi hermana quedó seducida completamente por la música.
Unos pocos años después enfermó, también fue él el primero que me enseñó los efectos de la quimioterapia, que casi lo mata, pero que le dio una tregua de unos pocos años más.
Tenía tan solo 63 años cuando murió, la hermana unos pocos años menos. Hace 27 años de eso.
Y entonces vino lo que suele pasar cuando las personas no hablan, no expresan sus temores, y encima ese momento lo viven envueltas en el duelo de haber perdido a alguien a quien se quería mucho.
Hubo carrera de papeles, y abogados que redactaron documentos, y hasta un notario que dio fe de que un señor bajo la morfina (el día antes de morir) estaba en su plena facultad para cambiar su testamento. Y todo eso fue para dejar las cosas como estaban porque no podían ser de otra manera.
Solo hubiera hecho falta hablar. Sentarse y hablar. Pero no se hizo. Ella se asustó, se imaginó sola y en la calle, y prefirió cerrarse en banda.
Ella lo contaba a amigos y vecinos: la casa no es mía, pero yo voy a vivir aquí hasta que muera.
Y así fue.
Nunca la molestamos, nunca nos molestó. Y en abril de este año, también se fue.
Cada vez que pasaba por la puerta, tenía ganas de tocar y preguntarle cómo estaba. Pedirle permiso para entrar, y ver la casa de MiPadrino. Yo tenía 14 años cuando se murió. Me acuerdo perfectamente de él, pero había un huequito ahí que no he sabido rellenar. Hoy pienso que si yo hubiera sido un poco más mayor, y ella hubiera estado menos asustada, hubiéramos mantenido el trato.
Pero no fue.
Yo he seguido teniéndolo presente a él. De hecho, lo vinculo a mi trabajo. Cada vez que sueño con él, me llega algún cambio laboral importante. Y las vueltas de la vida, la penúltima vez que soñé con él, me llamaron para ofrecerme un trabajo peculiar, que consistía en revisar el estado del cementerio donde está enterrado él. Si esto no es coincidencia, no sé yo.
Hace tres años, conseguí la llave de la casa de él. Y no te puedo contar todo lo que pasó en ese momento de abrir la puerta. Todo en estado lamentable. 27 años cerrada, una casa de hace 40. Creo que puedes imaginártelo. Pero allí había parte de sus cosas. El teléfono por el que me llamaba, entre otras. Y pequeños detalles: el llavero que llevaba siempre en el cinturón. Sus libros de cuentas. Sus papeles con su letra.
Hace tan solo quince días que tengo la llave de la casa de ella. Está mucho mejor, ya que ha estado habitada hasta hace poco. Aún así, necesitan obra de reforma y abrir mucho las ventanas para que se renueve la energía.
Ahora tengo dos casas unidas que me llenan la cabeza de proyectos y posibilidades. Es muy posible que me pase los próximos meses cargando materiales y volviéndome loca con instalaciones y revestidos, porque la reforma es de tamaño considerable. Es muy posible que se intuya en el horizonte una mudanza.
Las obras empiezan el viernes, y ya sí que se acaba esta historia.
Yo no quería, no todavía, pero ya que estamos…. Bienvenido Otoño
Son las casi ocho y media de la tarde. Es viernes. Y en casa estamos ya cenadas, duchadas y con el pijama puesto. No es de noche, pero ya está oscurecido. No hay manera de evitarlo, así que llegados a este punto, me hago como rama de árbol y me vuelvo flexible. De nada vale cuadrarse.
Si, ya sé, la mayoría está contento con eso de la llegada del Otoño, bueno, más que del Otoño, la bajada de temperaturas, aunque sea unos graditos, y si puede ser, algo de fresco con lluvia.
Pero mira, qué quieres que te diga. Yo no. Que sí, que el Otoño es bonito (aquí nos lo imaginamos) y que qué bien que llega octubre, y con él mi cumple y bla bla bla..
Pues no. A mi me gusta el calor, y andar con las piernas al aire de día y de noche. Y las cholas. ¿Se ha inventado un calzado mejor que unas cholas?
Llevo desde mayo sin ponerme un vaquero o unos zapatos cerrados, y solo de pensar en ese momento me dan ganas de llorar. Seguiré resistiéndome a ello unas semanas más.
En fin.
Tendré que conformarme con seguir yendo a la playa cuando me apetezca, que nunca hará tanto frío seguido como para no poder hacerlo y por lo menos no estarán llenas de gente. No tenemos árboles naranjas, pero tenemos playa todo el año, algo es algo.
Esta semana, por ir metiéndome en situación y que el trance fuera más llevadero, encendí el horno. Que aquí el termómetro apenas ha bajado, se nota algo por la mañana, pero poco.
Este verano, volví a hacer acopio de nata de leche de cabra. Mi tío estuvo todo el verano trayéndonos lechita recién ordeñada, que Emma bebió con gusto cada día. Después de hervir la leche retiraba la nata y la fui congelando. Estos días cuando la saqué del congelador tenía casi medio kilo de nata.
Las galletas de esta nata son simplemente un manjar. Me puse a amasar y cuando fui a darme cuenta tenía un kilo de masa de galletas. Pura felicidad.
Dividí la masa en tres partes. Una para la hornada en curso y las otras dos para el congelador.
Las galletas son tamaño galleta maría, y con los recortes, hago otras chiquitas, para el café a media mañana.
Y me pongo la novela, que no hay nada más motivador que las malas de las novelas. Estoy enganchada a la novela de la primera. Bueno, igual enganchada es mucho… pero eso, que pongo un capítulo tras otro mientras cocino o limpio. Y está bien, porque no pasa nada si pierdes el hilo durante minutos, todo sigue más o menos igual.
Y ya que tengo el horno encendido, aprovecho y hago granola. La granola casera es otra de esas cosas que una vez que las empiezas a hacer, es para toda la vida. Y ya con esto, tienes la casa oliendo a canela y a especias, y bueno, vale… igual no está tan mal el Otoño.
Puente de excursión y buena comida
Hoy es festivo en la isla. Es el día de la Patrona: la Vírgen de la Peña. Es más que probable que ya haya hablado aquí de esta fiesta. Donde la gente (toda la gente o su gran mayoría), se pone un calzado apropiado y sale caminado desde donde esté, hacia la Vega de Río Palma. Debería ser una romería, e ir adecuadamente ataviado de romero, y bla bla bla… La realidad es que desde esta mañana bien temprano, hasta mañana por la mañana los majoreros y visitantes, van llegando a la Vega, unos en mejor estado que otros. Los que celebran el día, fueron hoy tempranito caminando. Los que se van a pegar la gran juerga, van a ir esta noche. Y los ciclistas que van a medir sus fuerzas y la paciencia de los conductores, van durante todo el día. El camino que sigue la gran mayoría sale desde Antigua, sube y baja una montaña, por un pequeñito sendero, y luego se caminan unos cuantos km por carretera hasta que se llega a la iglesia. Una buena pateada sí.
Aquí una que ya tiene unas cuántas décadas, empezó yendo con sus padres, solo el tramo de carretera. En los años siguientes hizo el camino entero desde Antigua, con padres y familia por la tardecita. Un poco más tarde, lo hizo con amigos durante la noche cerrada. Y las últimas veces que fui caminando lo hice bien temprano por la mañana. Desde que tengo a Emma, voy por la mañana temprano, pero en coche, y siempre y cuando, me lleven. Porque la carretera es de esas estrechas, de subir y bajar por la montaña, con un millón y medio de curvas.
Este año, fuimos temprano. Hicimos una parada técnica para asentar estómagos, y coger aire. Nos sacamos unas fotos con Guize y Ayoze, y Emma pudo regodearse leyendo todos los carteles informativos que se encuentran en el mirador… y llegamos a la Peña.
La plaza siempre la encuentras llena de los peregrinos del camino. Aunque tanto el año pasado, como este, queda patente la moda ciclista que llena la isla. Este año la plaza y la iglesia estaban tomadas por ciclistas, para mi completo asombro.
Allí nos comimos unos roscos de naranjas, que no dio tiempo ni a sacarles las fotos, nos refrescamos con agua. y emprendimos el camino de vuelta a casa.
Ya que estábamos fuera, y que nos llevaban, fuimos a uno de los restaurantes más típicos de la isla. Casa Frasquita. Está en Caleta de Fuste, un sitio completamente turístico, con una playa medio artificial medio natural, que acaban de arreglar, con un dudoso resultado. Vamos, que nosotras ahí no nos bañamos. Pero que al turista europeo parece que le vale.
Bueno, pues en medio de todo ese conjunto turístico se encuentra este restaurante. Yo recuerdo ir de pequeña, y me gusta el recuerdo que me trae a la mente, porque es el último que tengo de mi Padrino, antes de que enfermara y se fuera.
Ahora el restaurante está recién reformado y acaba de abrir puertas hace apenas un par de meses. Es curioso, que aún no teniendo nada que ver con lo que fue, estéticamente hablando, el comida es la misma. Y es muy buena.
Pescado fresco, fresquísimo. Tomates de Tiscamanita, que saben a tomates de verdad, aliñados, y escaldón de gofio.
Una buena escudilla de gofio escaldao, que como manda la tradición se come con cebolla. Y está rico. Riquísimo. Es probable que tarde en digerir todo lo que comí un par de días, pero ha merecido totalmente la pena.
Y ahora, a disfrutar de dos días de fiesta que aún tenemos por delante.
El Puchero
6 años y MiMariposita que ya vuela
Llegó Agosto, y con él, el momento más esperado por MiMariposita. Su cumpleaños es un acontecimiento importantísimo para ella. Cumplir 6 años no es cosa de broma. Ya es muy independiente para casi todo, jugar, comer, asearse, pensar.. Esta es una de las mejores partes de verla crecer. Observar cómo razona, y cómo conforma sus opiniones sobre cualquier cosa, y sobre la vida en general. Sigue siendo una niña, mi niña, pero cada día da un paso más para convertirse en persona. Este año, celebró con sus supercompis y con la familia. Sopló velas, cantó, bailó y abrió regalos. Y dio buena cuenta de una bandeja de cupcakes, que resulta que le encantan.
Finalizando la fiesta, ella misma hizo su maletita, y decidió que ya estaba lista para irse de vacaciones. Están siendo unas vacaciones de verdad, no solo para ella, sino también para mí, que por fin he tomado la firme determinación de poner el cartelito de “Cerrado por Vacaciones”. Una también va madurando en según qué cosas.
Estamos dándonos unos paseos increíbles a primera hora de la mañana, y se puede decir que nos pasamos el día a remojo, en varias playas. Cafés y colacaos a media tarde, charlas trascendentales a media mañana, y muchos libros. Apenas he tocado las agujas, porque voy a necesitar reponer los cables de mis knitpicks, que decidieron romperse todos en la misma semana y aún me dura el enfado.
He aprovechado para sacar las fotos a Emma con uno de las últimas prendas que he tejido para ella. Tengo que subir detalles al ravelry, pero eso será cuando encuentre las ganas, que de momento, solo me dan para ir poniendome el bikini, y salir pitando para El Charco.
Tejer, coser, leer
De cuando la tierra brilló como una joya
Transcurren los días lentos, y llenos de cosas.
El secreto mejor guardado desde hace unos meses es un proceso de organización y planificación minuciosa, que hasta deja espacio previsto para la improvisación posible.
No siempre es fácil, pero si no lo intentas siquiera, pues ya ni hablamos. Los domingos son el día de hojas y libretas, de decidir menús, actividades, y de balance de tareas laborales. Todo queda encajado como una escaleta.
Cuento a favor, con los días claros, largos y calurosos. Me gusta el calor. Me siento feliz con 30º y con no tener que ir cargando con una rebeca o un chal, porque por debajo de esta temperatura siempre tengo frío. Siempre.
Y con los días así, y la luz… la maravillosa luz de esta tierra, hace que mires, y te fijes. Y a la hora del crepúsculo, parece que todo se transforma en oro, y la tierra brilla.
El encanto de una tierra que brilla cuando se va el sol, que la aridez de todas las montañas transforma la tierra en un reflejo que hace daño a la vista, de la hermosura que desprende.
No hace falta nada más para celebrar, porque ya esto en sí, es una gran razón para hacer una reunión de cuatro y que terminemos en fiesta. Como decía García Márquez, en Noticia de un secuestro.
Hemos caído, de pie en un grupo de gente que mantiene firme este espíritu celebrativo, y que improvisa asaderos y mojitos en un santiamén. Y también esto es un motivo para celebrar. Descubriendo como descubro, muy a mi pesar, de lo carente de sentido que tienen algunas cabezas.
Y ya hoy, domingo de planificación, he montado la semana próxima, y la encaro con alegría y esperanza. Porque la esperanza se ha renovado este fin de semana.
Volvió mi amigo, uno que estaba aquí, pero estaba perdido. Muy perdido.
Pero volvió, y me trajo un mensaje de amor, esperanza y fé, que es como si me hubieran reseteado, y hasta ahora no me daba cuenta de lo mucho que lo necesitaba.
Y me voy corriendo, que me acaba de sonar la alarma del rato de cosquillas y risas, y estas cosas, no se pueden retrasar.