La pesadilla que se hizo realidad

Una de las cosas que me quita el sueño desde que Emma entró al cole eran los piojos. Bichitos insolentes, molestos y pesados que se niegan a extinguirse, que bien podrían.
Cada 15 días el cole manda una circular avisando del contagio.
El año pasado superamos el curso sin ningún problema y sin tener ningún avistamiento piojil.
Este año, al empezar el curso, yo volví a tener pesadillas con ellos. Solo pensar que un maldito piojo entraba en nuestra casa, hacía que estuviera rascándome horas. Sirva como información relevante que: tengo el pero rizado, a media espalda, y que Emma y yo todavía colechamos. Las posibilidades de que Emma me los pase son superiores al 100%.
En Septiembre volví a mis blogs de cabecera para informarme sobre el tema, aquí y aquí .
Mi operación prevención consiste en mantener a Emma con el pelo por el hombro, introducir unas gotas de aceite del árbol del té en el champú, y llevarla a clase siempre con el pelo recogido.
Aún tomando estas precauciones, el miedo al contagio aflora cada vez que llega una circular del colegio. Pero entonces, llegó el notición de Un Fonendo en Villamocos. Tarde tres minutos en ir a la farmacia y hacerme con el producto preventivo.
Desde octubre hasta febrero estuve usándolo a diario. Todo perfecto. Cabezas libre de invasores.
Y en Febrero se me acabó el bote. Y coincidió con las vacaciones de Carnavales.
Y… Me relajé! Y ese es el gran error de esta pesadilla. Porque amigas, esto es lo que una madre nunca debe hacer en esta cuestión, relajarse. Nunca hay que bajar la guardia con estos malditos parásitos.
Pasó la semana de vacaciones, volvimos al colegio, y yo seguí sin ir a comprar la reposición del liquido protector.
Quince días después del último uso, me llevo a Emma a la peluquería.
Y allí, mi amiga la peluquera me dice, mira, ven un momento.
Me señala una mota infinitesimal, de color grisácea, pegadita a un pelo. Y me dice: yo creo que esto es una liendre.
Se me paró el mundo. Un pitido sordo se instaló en mis oídos, y de pronto empezó a faltarme el aire.
La peluquera siguió mirando la cabeza, escudriñando rincones y raíces.
No le veía más, pero allí había habido un piojo, eso estaba claro.
Salimos de la peluquería, llevándome Emma a mí de la mano. Mis piernas flaqueaban, y mis pies daban pasos torpes por la acera.
En mi cabeza, el miedo y “el qué hago ahora” se peleaban por tomar la delantera.
Llegamos a casa, esperé a que abriera la farmacia, y producto que te pego.
Se inició la operación despioje. Coletas, peines, lendrera, y paciencia, mucha paciencia. La operación quedó concluída con éxito en unas horas.
Luego vino el temible momento de mirarme yo. Para eso solicité la inestimable ayuda de mi madre, que después de contarme las canas que me han salido en estos meses, enumerándolas seguidas de un chorrillo de risa, dictaminó que en mi cabeza no habían invasores.
Desde ese momento, me quedó cristalino que uno lo que no puede hacer es relajarse. Ese es el gran error en la batalla pediculicida.
Ahora sigo poniéndole el neositrín protect a diario, y paso la lendrera siempre después del baño. Es un coñazo, sí, pero es norma de obligado cumplimiento si tienes niños en edad escolar. Me parece una total irresponsabilidad saber que tus hijos (y probablemente tu misma) tienen piojos y no hacer nada. Vivir en sociedad nos obliga a pensar en los demás.
De esto hace ya dos meses, y desde entonces, ni un maldito bicho más ha decidido hacer excursión por la cabeza de Emma. Y yo ya me puedo tomar el aperitivo tranquila.

4 opiniones en “La pesadilla que se hizo realidad”

  1. Mis hijos también los han traido de visita a nuestra casa y a mí también me los han pegado…es ASQUEROSO, tuvimos una temporada hace un par de años, q todas las semanas venía el niño con ellos, y tiene el pelito corto…se los pegaba a su hermana, para cuando me quería dar cuenta, ya los tenía yo… hacíamos limpieza exhaustiva de cabezas, sábanas, cojines, peluches…y el lunes vuelta a empezar!
    ¡No quiero ni acordarme!

  2. Violeta, te hablo con conocimiento de causa porque, aunque mi pichurri todavía es un bebé, hace años que trabajo en escuelas de primaria y créeme cuando te digo que sé de lo que hablo.

    La amenaza es constante, ya lo sabes. Yo los he cogido varias veces. La primera casi me da un patatús, pero lo fundamental es verlo a tiempo y actuar con rapidez. Después de 3 o 4 decidí ponerme árbol del té en el champú cada vez que me lavaba el pelo y no hubo visitantes nunca más. Y tengo el pelo como tú, pero más largo.

    Para tranquilizarte, te comentaré que conozco a una chica que colecha con su hija de pelo liso, lacio y fino que tiene piojos cada 2×3. Y ella, de pelo rizado e indomable (mi amiga), no los ha cogido nunca.

    Los piojos son como los mosquitos, les gusta cierto tipo de sangre, de olor, de cabello… yo que sé! El caso es que, a menudo, son siempre las mismas personas las que los cogen y otras a su alrededor ni los huelen, porque no cumplen los requisitos de tan honrados parásitos.

    ¡Suerte!

  3. Cruzo los dedos. A. tiene el pelo largo, negrisimo y lo lleva casi siempre suelto y de momento nunca me ha traido bichos a casa. (que seguro que yo cogeria al menor descuido) No creo mucho en la prevención, dicen que esos bichos se estan volviendo resistentes a los químicos y que como abusemos cada vez necesitaremos más veneno para librarnos de ellos. Eso si, reviso y reviso y al menor simptoma, la batalla será a muerte. Mi sobrina los pilla cada dos por tres y tengo a mi cuñada desesperada. ¿Sabes que hay sitios especializados donde te "desparasitan" a la criatura afectada? Pues los hay y por lo visto son más eficaces que los penosos tratamientos quimicos. Espero no tener que recurrir a ellos. Y a ver si tengo la misma suerte con el peque.
    Debe ser, como dice el comentario anterior, hay gente con mala sangre y parece que mi hija es de esos, ja,ja…

  4. Mi hija en su edad escolar pasó por ello dos veces y tiene y tenía el pelo por mas de media espalda, así que imagínate el numerito que se montaba en casa. A Isabel, mi mujer, no se le pegaban por motivos imposibles de saber, pero yo sí que los sufrí aunque sin llegar a tragedia, llevo el poco pelo que me queda al dos y se les veía pasear alegremente con lo que en un momento cabeza limpia 🙂

    No bajes la guardia nunca, mi hija los cogió con 10 y 11 años, fíjate si te queda aún.

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