Unos cuantos posts atrás, te conté que muchas veces viajo con una excusa: la de dar gusto a mis hobbies. Visitar tiendas, ferias, o compartir espacios con otras señoras que tengan la misma pasión que yo, por mover las manos.
Mis hobbies no solo influyen en los destinos a los que viajo, también influyen en los souvenirs que me traigo de los sitios.
Antes siempre venía con un imán para la nevera y una taza. Hace algunos años que esos dos souvenirs se han visto desplazados por: materiales para mis hobbies, y productos típicos de la zona.
Por si no lo sabes, pertenezco a dos clubs: el de las Señoras que mueven las manos, y el club de los Gordapapas.
El primero lo he fundado yo, el segundo es obra de @aroa_aleman. Tenemos las inscripciones abiertas, por si te estabas preguntando. Y te advierto que ambas somos unas intensas que se toman todo muy en serio.
A lo que iba, que de mi última salida de la isla, me traje un tesoro. Creo que es el material con más valor que tengo ahora mismo en mi stash, y no solo porque son las madejas más caras que he comprado, sino porque las he anhelado mucho tiempo. Desde hace años que miraba con mucho deseo estas madejas en la red. No había llegado el momento en el que yo sintiera que podía traérmelas a casa. He tenido oportunidad de pedirlas on line, pero una lana como esta tenía que comprarla en directo, tocándolas y tomándome mi tiempo para elegir cuáles serían las agraciadas.
Al terminar el invierno y volver a la vida después de mi hibernación he decidido premiarme con un par de estas madejas.
Es curioso como deseo ciertas cosas, no sé si a ti te pasa igual. Hay cosas que siento que me encantan, pero casi siempre su precio hace que me lo piense mucho. No me había percatado de esto hasta hace bien poco, yo que he estudiado tanto y he trabajado tantísimo mis creencias, pues mira tu por donde, todavía me queda trabajo que hacer. El melón del merecimiento y el sustito de la escasez todavía tienen raíz por aquí. Cuando me di cuenta, me puse manos a la obra. Tengo un Excel con mis finanzas, y me da información certera y real. Llevo buena gestión de mi economía, y sin embargo, por ahí dentro de mi cerebro sigue habiendo una voz (que puedo identificar de quién es) repitiéndome que tengo un agujero en la mano, y que compro de manera caprichosa. Increíble que algo que alguien me dijo una vez siga teniendo tanto peso en las decisiones que tomo.
Obviamente, esta voz está silenciada a base de sacar la tarjeta. La compra de estas dos madejas de lana han supuesto activar el mute, al menos para esta creencia.