Ayer fue día de fiesta aquí, aunque realmente el día de la fiesta es hoy. Esas cosas que se hacen desde los despachos para quitar días laborales.
Se celebra el día de la Patrona de la isla. La Vírgen de la Peña. Que si nunca has oído hablar de ella, te invito a que le preguntes a Google. El sitio es bonito de ver. La tradición dice que hay que ir vestido de romero, y en romería. Subir una montaña, bajarla, y luego caminar en llano unos cuantos kilómetros. Durante todo el día van llegando romeros o ciclistas. Ayer más los últimos que los primeros.
Yo lo de las aglomeraciones lo llevo mal, pero el paseo no me lo pierdo. Así que vamos en coche, y por la mañana, cuando todavía no hay demasiada gente. Hasta que MiMariposita tenga ganas de ir andando, que cuando llegue ese momento, no me voy a poder librar.
Ayer fuimos, cumplimos con el resto de la tradición, y nos volvimos a casa.
Antes, pasamos por la finca de los primos y nos llevamos como 6kg de mangas, con permiso por supuesto, que eso de robar fruta está muy feo.
Estando allí, me reafirmé en la necesidad que tengo de tener jardín, árboles, huerto, y el abrir la ventana y ver tierra. Todavía queda un poco para eso, pero mi jubilación la tengo clara, en cómo y en dónde.
Ya en casa, como cada viernes: pasta y helado. Y siesta.
Normalmente no duermo siesta. Nunca. Y MiMariposita tampoco. A los 18 meses decidió que lo de la siesta era una pérdida de tiempo y nunca más. Así que a medio día en esta casa, unas leemos, o tejemos, y otras juegan sin descanso. Pero ayer, el paseo mañanero, el calor, la pasta… pues me dormí. Tranquila y plácidamente. Y qué bien sienta la siesta, la verdad.
Cuando me desperté tenía la merienda preparada, con todo lujo de detalles.
Realmente me doy cuenta de cómo ha pasado el tiempo por nosotras por estas cosas. Que yo me duerma una siesta y que ella venga a dejarme cosas al lado, mientras me respeta el sueño. Siete años nos han traído hasta aquí. Y creo que antes era tal vez más cansado, pero menos difícil.
Estos días me sorprendo ante preguntas a las que tengo que darle cuarenta vueltas antes de responder. Y creo que peor la mejoría. Ella tiene una curiosidad infinita, me pregunto de quién la habrá heredado (ironía), y aunque responder en plan Capitán Fantastic me parece ir muy lejos, sí que no quiero caer en mentiras, falsedades o inventos. Por eso me planteo cuarenta veces cada respuesta.
Y en medio de estas cuestiones me da por poner la tele en el ordenador, que la tele de verdad está completamente monopolizada, para empezar a tejer mientras me distraigo con ruido de fondo. Y pongo telecinco, y veo que Isabel Pantoja está hablando en directo. Y les veo las caras a los comentaristas. Y la oigo decir que la hija no la llama porque ella la va a regañar porque no le gusta cómo la hija maneja su vida. Sigue hablando. Desahogándose. Y yo ya no oigo a Isabel Pantoja, estoy oyendo a una madre que está triste, angustiada, y muy desesperada. Y encima no es algo que ella sola sepa, o en su círculo, sino que un tema público en el que todo el mundo opina.
Y no voy a entrar en si cobran o no cobran, en si se lo merecen o no.. no me importa nada de eso. Lo que me paraliza es que una madre sienta eso. Qué puede ir pasando a lo largo de la vida de una relación madre-hija para que se llegue a esto.
Entro en el debate interno horrible de que si haces las cosas de una manera consigues unos ciertos resultados, o si lo haces de otra, otros. Y de pronto caigo en la cuenta de que puede que todo eso de igual. Las cosas a veces no son como uno quiere/pretende, y nada puede hacerlas cambiar. Somos personas distintas, los hijos de los padres, cada uno tiene su carácter, su ego, su manera de funcionar. ¿Y si no nos entendemos?. Se me hace un nudo en la garganta y en la barriga. Me pasa una gota de sudor frío por la espalda imaginando a una Mariposita rebelde, inconsciente, con mala vida, y sin nada que hacer para evitarlo.
Isabel Pantoja termina de hablar. Le ha regalado 1hora y 20 minutos de supergloria al programa que probablemente sea el que peor la trata. No tengo muchas dudas de que esto tarde o temprano terminará añadiendo ceros a su cuenta bancaria. No me importa. Hoy, Isabel Pantoja, a mi me ha descubierto una posibilidad que hasta ahora no contemplaba, y es que aunque lo hagas muy bien o muy mal con los hijos, nada te garantiza los resultados que pretendes. Puede que ahora esté entendiendo lo que dice mi madre con mucha frecuencia: qué te queda, confiar en ellos (los hijos) y rezar. Pues va a ser eso.
Yo apago la tele, y me pongo a Fredi Leis, que estos días me hace mover los pies, y me despierta las mariposas, y tejo, tratando de entrar en el modo piloto automático, que Isabel Pantoja hoy me apagó.
Nada más cierto. Nunca sabes cómo va a salir la cosa. Al principio porque los bebés llegan sin manual de instrucciones y allí que te encuentras tú sin saber si lo estás haciendo bien, mirando esa cosa pequeña que llora y te observa con esa mirada de "yo también soy nueva en esto". Luego porque llega la edad de las preguntas, de las difíciles respuestas. Después porque entran en esa edad difícil para todos, en la que ves que toma decisiones que ni ella misma sabe a ciencia cierta a dónde la llevarán y en la que tú te ves incapaz de hacer otra cosa que no sea esperar a que todo salga bien y si no es así que el batacazo le sea leve.
Sí, sólo nos queda confiar en ellos, mientras nos preguntamos si lo habremos hecho lo suficientemente bien…
Mi niña, acabo de descubrir tu blog. No sabes la panzada que pienso pegar a leer durante mi recuperación. Estoy como Thalia ¡Feliz, feliz, feliz!
¡Ah, soy aroa_aleman! Hace mil años cuando empecé a seguir a Demo me puse A va y nunca lo cambié.
Un besote