Ya estamos en MiNorte. Y lo escribo con la fuerza de un mantra. Porque estando aquí nada malo puede pasar, estamos a salvo y estamos en modo disfrute.
Y es curioso que me sienta así cuando tenemos agua por todos lados y el peligro nos aceche en cada esquina.
Es extraño sentirse tan a salvo en un sitio que aparentemente es bastante hostil. Tiene viento, ruidoso y poderoso, aproximadamente 350 días al año. La mar del noroeste es fuerte, violenta, y cada vez que llega a la orilla te dice: estate atento, porque tu no me importas.
Y así, con este panorama, en casa, cada vez que hacemos un mínimo bolso para poner rumbo norte, nos ponemos felices.
¿Tendrá que ver el ADN? ¿Tendrán que ver las generaciones que nos habitaron antes?
Puede ser.
La cosa es que vamos por la carretera, y en la última curva, en la que dejas a la izquierda el monumento a Unamuno, y te topas con la Montaña (mágica) de Tindaya, se alborota algo por dentro. La montaña, con la magia que le quieras poner o no, inicia su conjuro. Y nosotras, que nos gusta más una historia que a un tonto un lápiz, nos ponemos a inventar. Es un ritual que hacemos cada vez que tomamos rumbo norte. Y con las historias que nos inventamos, de brujas y calderos, de niños exploradores, y animales que hablan, vamos perdiendo la noción de las obligaciones. Para cuando llegamos a La Oliva, todas las anotaciones que llevas en la agenda, en la interior y en la física, se borran. Todos los debería, y todas los quehaceres se empiezan a diluir en el propio camino.
En el momento en que llegas a MiNorte, te molestan los zapatos, el pelo se revuelve, y la piel te sabe a sal. Se paran los relojes, y lo único que manda es la marea… si está alta te bañas en una zona, si está baja te bañas en la otra. Si está brava paseas. Si el viento te lleva, la contemplas desde el coche y con abrigo.
El ritmo es otro, único y propio de MiNorte. Y nada tiene que ver con que sea verano, o con que estemos en fiestas. MiNorte es un lugar de identidad propia, de pocas leyes, y de mucho goce.
Es el sitio que te pone a prueba, y que si le das la oportunidad, igual te ves de una manera que desconocías.
No todo el mundo es feliz aquí, y esa es otra maravilla de este sitio.
Yo lo he vivido, y yo me he descubierto aquí.
Aquí soy bastante feliz. Y lo mejor es que MiMariposita parece llevar la actitud de este sitio en el ADN.
Tener un mi norte es un tesoro que, ojalá, todo el mundo tuviera y…pudiera disfrutar!
Qué espanto que, millones de personas, no puedan disfrutar su norte!
Qué afortunados somos, unos poquitos!