Se va acercando el fin de curso, el fin de las actividades y (por fin) el verano, y con esto, los fines de semana se vuelven muy ajetreados. Para animales ermitaños y caseros como yo, esto se convierte en una especie de carrera estresante e inevitable.
Este fin de semana fue más o menos así, que aunque lo paso bien cuando estamos fuera, después de una semana entera de trabajo y quehaceres domésticos, yo necesito mi dosis de hygge casero y particular.
Este fin de semana salimos a celebrar el WWKIPD, que por fin y después de unos cuantos años celebrándolo a solas, hemos formado un grupito de lo más animado y entretenido. Aderezados con cafés, dimos unas cuantas vueltas. Las charlas que se originan alrededor del cliqueteo de las agujas son dispares y entretenidas. Cada una va aportando su grano de arena al trabajo de la vecina. Aconsejando o innovando. Copiamos proyectos unas de otras, y nos animamos en esos puntos que no cuadran. Dicen los entendidos que es terapia, y yo no puedo más que darles la razón.
El domingo, después de las celebraciones dobles del sábado, que salimos a la hora del desayuno y volvimos a casa a la hora de la cena, prácticamente, nos quedamos en casa todo el día. Tengo la gran fortuna de que MiMariposita sea tan casera como yo. Así que no hay problema cuando anuncio: hoy no salimos de casa.
Yo necesito estar en casa para serenarme, y poner en orden mi cabeza y mi naturaleza. Sobre todo los domingos. Tengo la creencia de que si estoy fuera la mayor parte del domingo, empezaré la semana como cuando el despertador no suena a su hora, y te levantas sobresaltado, sintiendo que te has dormido. Esa sensación de ir a contrapié el resto del día. Así que un domingo de pequeña tarea doméstica por la mañana, preparar almuerzo, y plancha de sobremesa, es lo que necesito para empezar la semana, peinadita y alistada para coger apuntes.
Este domingo, siguiendo con esto de la alimentación inuititiva, sentí que tenía que comer coles de Bruselas. Supongo que esto es también asumir que has cumplido cuatro décadas. Si antes de ahora me llegan a decir que me iban a apetecer coles de Bruselas, incluso a comerlas con relativa asiduidad, no me lo hubiera creído. Pero ya lo voy aceptando, y en mi congelador siempre hay un tupper con estas coles. Hay una receta, que no encuentro, de Jamie Oliver, de una guarnición a base de ellas. La he intentado buscar, pero no ha habido forma. La ví de pasada en el canal cocina, aún así ha sido suficiente para reproducirla, a mi manera. Creo que lo he dicho muchas veces, cuando haya una revolución de electrodomésticos, irá encabezada por mi horno, por la ingentes horas que lo hago trabajar. El domingo lo puse a pleno rendimiento, como casi cada domingo, unos muslos de pollo, unas cuantas coles de Bruselas, unas tiritas de bacon, el zumo de medio limón, aceite, sal y pimienta. Pruébalo, en serio. Las coles asadas cogen un sabor espectacular. Tanto me gustaron, que anoche me volví a cenar un plato de coles con bacon, humus y pan. No sé si esto se está convirtiendo en una obsesión, la verdad.
Y ya que tenía el horno encendido, aproveché para meter unos lomos de salmón con bien de limón y eneldo, en papillote. Lo uso para tostas en desayunos y cenas. Mi gusto por el limón estos días es tal que termino comiéndomelo también. He llegado a albergar la idea de poner el limón con la platina en el horno, un rato, a ver qué saco de ahí. Lo pienso y parezco la perra de Pavlov.
Y ya con el domingo gastado, de la mejor manera que se me ocurre, me dispongo a afrontar la semana siguiendo los grandes consejos de YogiTea. Que de un tiempo a esta parte es mi mejor Gurú.
…qué bonitos los domingos en casa de mañana, con la luz del sol entrando por los tragaluces de nuestra buhardilla en los inviernos, por el balcón en los otoños y en las primaveras, con las persianas bajadas en los veranos, descalzos por la casa.