Cuando empecé a ver “Sex in the City”, me encantaba ver cómo la protagonista, Carrie Bradshaw, escribía sus columnas en su portátil.
Se sienta en su piso en pleno Manhattan, con las ventanas abiertas o no dependiendo de la estación del año; muy bien vestida, (siempre perfecta, con tacón alto o descalza… con mucho glamour); y siempre le da a las teclas con una bebida al lado. Un té helado, un martín, una coca-cola, un café… cualquier cosa bebible en un vaso o taza bonita. Antes de empezar a escribir, se pone un poco de gloss en los labios, mira al infinito y se sienta..
Me encantaba ver esta secuencia de imágenes, así que me dije: “yo voy a ser como Carrie”. Me fui hasta Madrid y me compré el mismo gloss (marca Nars, para más detalles), aprovisioné mi armario de cocina con tazas y vasos, coloqué el pc (portátil, por supuesto) debajo de la venta; y eché las cortinas porque la vista no es precisamente inspiradora. Me conjunté con un mini short y una camiseta de manga larga, el pelo mojado, recién salida de la ducha. A mi parecer el glamour se me salía por los poros. Me puse el gloss, preparé un vaso grande de agua con gas, miré al infinito y me apresté a escribir uno de mis posts. A media escritura me tomé un sorbo de agua. Me dispuse a devolver el vaso a su lugar y… calculé mal. ¿Resultado?, puse el vaso sobre el cable de la batería del portátil, se volcó sobre el teclado derramando sobre las teclas todo su contenido. ¡Horror!, el pc se murió de golpe. No encendía y ni si quiera daba intención de hacerlo, la cara se me desfiguró, el pelo se me despeinó, y mi boca no paraba de emitir sonidos desagradables en forma de maldiciones y palabrotas… El glamour había huido a leguas de mí en aquel momento.
Un mes y medio después con el pc arreglado… me limito a mantener alejado del ordenador cualquier líquido y a escribir siendo yo misma.