Ayer, a las 9:15pm volví a la vida.
Lo hice escuchando música, buena música que solo hacen unos pocos.
Empecé escuchando canciones sueltas de un disco llamado “Bolsillos”. El teatro estaba repleto, hubo overbooking, y había gente que estaba incluso de pie.
El escenario estaba cuidado en extremo. La decoración era sobria, pero suficiente para hacer de aquel espacio, un sitio lleno de calidez.
Pedro entró, se sentó, y tocando su guitarra, fue capaz de hacerme volver de un sitio lejano, donde habito desde hace casi 10 meses. Estaba solo, con camiseta de color gris igual que los pantalones, de calzado unas AllStar de color negro. Empezó a tocar, empezó a cantar. Entre canción y canción nos regalaba sus pensamientos, sus reflexiones. Fue increíble escuchar en directo “Daniela” (Marcos dónde estás???, cómo te echo de menos!!!), y “El marido de la peluquera” (Nicole, siempre te brindaré esta canción, da igual el tiempo o la distancia). La voz de Pedro es tranquila, sosegada. No hace muchos giros, pero es agradable a los oídos, es capaz de embriagarte, y dejarte en un estado como hipnótico.
Y es que ya no puedo negar lo que me atrae este mundo, esta vida; lo capaz que puedo ser para resolver pequeños detalles que hacen posible un espectáculo de luz y de sonido como el que viví anoche.
El concierto en general estuvo muy bien, salvando pequeños de detalles que no comparto y que pueden incluso molestarme un poco (los móviles encendidos, la gente tan cazurra, y la demagogia, lo siento pero no me gusta el apláuso fácil).
Aún así, hoy le doy gracias a todo lo que Pedro trajo en sus Bolsillos, porque me hicieron volver al mundo de los vivos donde quiero estar, donde quiero vivir.