Hemos tenido un fin de semana por encima de los 20º, por fin. La realidad es que estábamos casi más cerca de los 30º que de los 20º. Y yo feliz. Por fin pude sacar los pies de los calcetines, y también los brazos de las mangas largas.
La primavera se acerca rápidamente, y el pistoletazo de salida este año será la Pascua. Previendo este acontecimiento lo primero que he hecho es poner este corazón rosado detrás de la puerta, para recordarme que el tiempo sigue pasando y que aunque parezca que los días se alargan irremediablemente, la primavera está a la vuelta de la esquina, y con ella, la luz, las flores y las cosas bonitas.
No puedo evitarlo, las cosas bonitas e inútiles son una de mis mayores debilidades.
Para ir preparando la Semana Santa, me arremangado y me he puesto a amasar. Estos bollos de cuaresma (Semlor), son como para morirse. La receta real es el bollo relleno de una especie de mazapán y nata, que debe ser la antesala de la resurrección (muy apropiado para las fechas), pero he tenido un problema de logística en mi almacén y cuando me fui a poner a montar nata, horror, no había. Por un momento, albergué la posibilidad de meterme en el coche y buscar una tienda que pudiera suministrármela, después de intentarlo en la tienda más cerca de casa, y en la que solo había nata para cocinar.
Y llegó el momento de la crisis. ¿Cómo no iba a terminar de hacer la receta? . ¿Cómo?. Y me doy cuenta de lo muy anclada que estoy a determinadas cosas. En mi cabeza las cosas son en línea recta, y no hay espacio para grandes improvisaciones, ni grandes cambios que no haya tenido previstos anteriormente. ¡Y ya está bien!. Vuelvo a salir de mi zona de confort y de mi corsé.
No voy a negarlo, este tipo de situaciones, inicialmente me suponen mucho estrés, con sudores fríos y temblores. Entonces me siento, y respiro, y pongo la tetera. La verdad es que, no hay momento de estrés, que una buena taza de té no me alivie.
Caigo entonces en lo absurdo de la situación. ¿Y qué importa que no haya nata, es que el bollo no es comestible solo?. Me entra la risa, y de forma automática cojo el bollo y le hinco el diente. Madre mía, si así está tan bueno, cuando le ponga la nata, la crema de almendras y lo deje en un bol con leche caliente para que se atorrije (palabra que acabo de descubrir que no existe, y que es tan necesaria… ¿cómo es posible que exista la palabra absurda “amigovio” y no exista atorrijar??), debe de ser la bomba. Y lo sabremos próximamente, porque el próximo fin de semana me aprovisionaré de todo lo necesario.
Con un desayuno así, se hace necesario salir a la calle, coger aire, y aprovechar el sol y el calor.
Nunca voy a encontrar mejor sitio para hacerlo, que cerca de la mar. La playa, El Charco, una escollera o el propio muelle.
El Planeta ya está arranchado, y a estas horas, está surcando el Atlántico buscando la manera de llenar los tanques. Vuelvo a mi faceta de armadora, que en principio me aterra, y que una vez que salto abordo me entusiasma. Yo empiezo a creer que por mi cuerpo corre buena parte de agua salada.
De vuelta a casa, no he podido evitar pasar por un jardín municipal, en el que he descubierto unas matas de lavanda. He recogido algunas flores, porque he pensado que si es municipal, ese jardín también es en parte mío, ¿no?. ¿No iba de eso, todo el rollo de que el pueblo es de todos?.
jajaja, pues sî, seguro que tienes muy buen perfume en casa ahora! evidentemente lo municipal està pagado por cada uno de sus habitantes 🙂 esos bollitos tienen una pinta deliciosa!
Que buena horneada!!! mmmm
Las lavandas son unas de mis flores favoritas 🙂
Mil besos!!!