Después de la gran experiencia del año pasado, tengo que confesar que este año esperaba los carnavales con otro espíritu, y otras ganas.
Como novedad el Ayuntamiento puso la guagua del Carnaval, que estuvo saliendo por el pueblo dos veces cada día. Se dio la casualidad que nuestra calle estaba dentro del itinerario, y si yo ya estaba animada, la guagua me remató.
Me pasé los días expectante, pendiente al grupo de whatsapp, a ver si se lanzaban a organizar la cabalgata de este año, y se dio la circunstancia, de que el grupo estaba de lo más mohíno. Pasaron los días, y ya me veía yo viendo la cabalgata pasar, sentada en la acera, comiendo pipas, como los años anteriores.
Y siguieron pasando los días.
Entonces, los alumnos de la ESO del cole organizaron una fiesta carnavalera para los alumnos de primaria. Y ahí si que pasó algo. Todo el mundo se puso a sacar un disfraz para llevar a los niños a la fiesta, y yo creo, que ahí la purpurina hizo su magia. Cuando llevamos a las niñas a la fiesta había otro espíritu y otras ganas.
No faltó más. Mientras las niñas bailaban al son de Celia Cruz, las madres fuimos a comprar materiales y complementos.
Cuando llegó el día del pasacalles del cole, nosotras teníamos ya el disfraz del grupo prácticamente terminado. Emma decidió este año repetir el disfraz del año pasado, y tan contenta que fue disfrazada de Poppy.
Mientras esperábamos ya el día de la cabalgata, yo disfruté de mi cita obligatoria en estas fechas. Yo creo que no me he perdido ni una sola de las Galas, de los 21 años que se lleva haciendo. Es maravillosa. Cuánto arte, cuánta purpurina, y cuánto equilibrio.
Y llegó. Llegó el día del gran coso.
Este año la alegoría del carnaval de mi pueblo era: Los locos años 80. Y nosotras aprovechamos la ocasión para disfrazarnos de rockeros-punketas. Tules de colores, pelucas de crestas, ojos negros, y mucha purpurina.
Yo he notado muchísimo lo que los niños han cambiado en un año. El año pasado aguantaron poco rato caminando, este año, llegaron hasta casi la mitad de la cabalgata andando, y tocando sus guitarras. Nosotras lo pasamos bien, pero ellas se volvieron locas con sus guitarras de cartón y goma eva.
Cuando llevábamos recorrida casi la mitad de la Cabalgata, la carroza que iba delante de nosotros se rompió. Al principio fue como WTF y ahora qué??.. Pero nada que unos rones y un montón de mascaritas no pudieran solucionar. Allí arrimaron hombro un montón de gente disfrazada, y apartaron la carroza para que el resto de la cabalgata pudiera continuar. Esto no es Bilbao, pero casi.
Y llegamos al recinto ferial, ateridas de frío, pero contentas al máximo.
El domingo, le mande repórter fotográfico a mi compadre, que se encuentre allende los mares, muertito de la envidia, porque el lleva la purpurina en el adn. Al ver las fotos me dijo asombrado: para que luego digan que la magia no existe.. todo es posible.. y si no mírate. Tú carnavalera!!!
Y pues sí, tiene mucha razón: Todo, todo, todo… puede pasar.
Y si es con purpurina, mejor.
Di que si!! Que engancha!!
Este año fuimos Jorge y yo por primera vez a la cabalgata de Las Palmas… pero he de decir que no nos gustó mucho… demasiada gente y demasiado ruido y… demasiados rones los que lleva la gente encima…
Aun asi, desfilamos disfrazados los dos (yo de elfo y el de zorromago), pero no tengo claro que el año q viene repitamos…
Ahhhhhh y te tengo que contar la anécdota de ese día!! A ver si no se me olvida… 😉