Inventario tejeril

En mi primer día de vacaciones además de poner lavadoras, ir a la tintorería, a la compra, y al taller.. He hecho algunas de las cosas que más me gustan.
Me encanta ese primer momento en el que 15 días de vacaciones me parecen un tiempo eterno, en el que me creo que voy a poder tejer lo que se suele tejer en un año, que voy a poder dormir todas las horas que no duermo el resto del año, y que voy a ser capaz de estirar el tiempo como un chicle.
Sé que este pensamiento es de lo más infantil, pero no lo puedo evitar. Y aunque sé también que todo se me quedará a medias, que probablemente duerma menos que antes, y no me de tiempo a hacer todo lo que pretendo, me encanta empezar las vacaciones con tantas intenciones.
De momento hoy he hecho muffins de arándanos y frambuesas para desayunar con esta receta, sustituyendo los chips de chocolate por las frutas. Por cierto, que tanto los arándanos como las frambuesas son frescas, que Mercachona a tenido a bien traerlas por estos lares.
A medio día, después de terminar todas las gestiones, he llegado a casa y me he puesto un vermú, mientras Emma, con sus recién estrenados 5 años, tiene un montón de preguntas que hacerme sobre el movimiento rotacional de la Tierra.
Y aunque me tiendo en el sofá con la firme intención de dormirme una siesta, la costumbre de estar a mil por hora todo el tiempo, no me deja. No  es fácil bajar de revoluciones.
Me preparo un iced matcha tea, y hago recuento de labores. En dos días he sido capaz de montar cinco cosas, y no descarto empezar alguna más. Estoy decidida a retomar con fuerza la misión acabar con el stash.
Esto es, de arriba abajo. Merino 100% de Katia de color verde, para el aviatrix de un sobrino que nacerá próximamente. Merino classic de Katia en color azul, para una faunajakke para Emma. Natura Just Cotton en Médium DMC y de color agua, para el prairie fire también para Emma.
Abajo, Ewas-sockenwolle de color naranja para unos archie stocks para mí. Y por último, Katia socks para unos kai-mei para mí.
Y no sé por qué, me he puesto esta lista de banda sonora, hacía mucho tiempo que Ricardo no me hacía compañía.

Bienvenidas vacaciones

Estoy agotada. Agotada total.
Así que esta mañana mientras intentaba resolver un cálculo lumínico, me he mirado los pies, y he pensado que esta situación era totalmente absurda.
Sentarme aquí tota la mañana, viendo las horas pasar, intentando resolver algo que normalmente logro hacer en menos de una hora, y no conseguirlo, pasadas las dos horas.
Es el momento de hacerle caso a lo que mi cabeza trata de decirme. Se acabó.
Me voy de vacaciones.
Más o menos ese fue el diálogo que se mantuvo en mi cabeza.
Y de pronto me sentí totalmente liberada. Contenta, como si fuera un viernes a las tres.
He tardado dos segundos en ponerme en modo vacaciones, montar un par de labores en las agujas, servirme un café de un litro en mi taza borracha, calzarme mis nuevas Birkens, y salir corriendo al Charco.
Todas las vacaciones deberían empezar así.
Llegar al Charco, es terapéutico, debo de haberlo dicho esto mil y una veces.
Así que voy a ir poniendo a enfriar los quintos y a llenar la nevera de gildas. Y a disfrutar de estas tan necesitadas vacaciones.

Mojitos para todo el mundo

Puede que esté siendo el verano con mas trabajo de mi historia profesional, pero eso que importa.
Yo me encasqueto mi laudelina, y mojito en mano, me lanzo a donde sea.
Si no se duerme, qué importa…
Mañana aquí va a haber una gran fiesta: ha llegado el lustro.
Y eso, es algo muy importante.
Así que ya trabajaré de madrugada, o de noche, o… en algún momento.

La biciclista con su Flora top

La Violeta tejedora, este año tenía una misión: tejer todo lo que estaba a medias en la cesta de las lanas.
El año empezó con demasiadas cosas a medias, tantas, que casi no me quedaban agujas libres para poder seguir empezando trabajos.. estaba en un punto sin retorno. No me quedaba otra que empezar a terminar cosas para liberar agujas.
Me puse en piloto automático sin casi pensar, solo seguir el patrón y rematar cosas.
Después de llegar al ecuador del año, puedo estar muy contenta con mi propósito y casi casi puedo decir lo de mission acomplished. De aquella cesta llena hasta el borde, solo quedan dos proyectos a medias.
Así que me he dado un respiro, y he empezado (y terminado) un proyecto nuevo.
Hace tiempo que sigo en secreto y con total admiración los patrones de Paelas. Tanto me gustan sus patrones que me he planteado seriamente aprender noruego.
De momento me sigo conformando con lo que está en inglés, ahora que ya tengo un certificado que me acredita que tengo un nivel intermedio del mismo (estoy más contenta que unas pascuas con mi certificado.. tanto que igual el año que viene vuelvo a examinarme).
El segundo proyecto de Paelas que he tejido es este Floratopp. Utilicé unos ovillos de katia missouri que tenía en mi stash, cumpliendo con el objetivo de ir reduciéndolo.
Me ha gustado muchísimo tejerlo, aunque tengo que ser honesta, los patrones no son muy aptos para cualquier nivel de tejedora, porque no te dan indicaciones concretas sobre la realización del proyecto. Hay muchas cosas que vienen a ser:  búscate la vida. Aún así, estoy muy conforme con el resultado, y creo que he resuelto bien estos puntos sin orientación.
Estamos aprovechando lo largas que están siendo las tardes para dar paseos en bicicleta, y ayer además del paseo también aprovechamos para hacer la sesión fotográfica.
Emma dice que es una biciclista estupenda. Y quien soy yo para decir lo contrario.
Esta capacidad que tiene de ir adaptando el lenguaje, me tiene fascinada.

El tiempo como la arena

Algunas tardes, antes de empezar con la rutina de noche, es decir, el baño y la cena, solemos bailar.
Ponemos nuestra lista de verbena, no es que sea una lista de verbenas de fiestas populares, es nuestra lista personal de bailar en casa.
Unas canciones las bailamos en el estudio, otras recorriendo el pasillo, y otras cojo a Emma y las bailamos agarradas.
Yo no sé cuánto tiempo llevamos haciendo esto. Probablemente desde que nació.
Esta semana, al llegar a una de las canciones que bailamos juntas, la cojí en brazos, as usual, y ¡ay!
Casi no puedo con ella ya.
Y de pronto se me agolparon un montón de pensamientos que me sacaron fuera de la canción, por lo menos mi cabeza se salió. Mi cuerpo siguió moviéndose con ella en brazos al ritmo de la música.
Pero mi cabeza se volvió loca. ¿De verdad ya casi no puedo con ella? ¿A dónde se fue el tiempo? ¿Por qué agujeros se me escurrió?.
Tengo la sensación de que tan solo hace dos días la tenía todo el día pegada a mí. Kangureándola constantemente. Pero los ratos con ella en brazos, van llegando al ocaso, es un hecho.
Me sentí invadir por la nostalgia, y también por una calma triste. No puedo evitar echar de menos a mi bebé.
Es decir, estoy refeliz de ver la niña en la que se ha convertido. Razona acertadamente, saca su carácter cuando cree que debe hacerlo, y ha aprendido a respirar hondo y controlar lo que a veces la asusta. Como las piscinas muy profundas. Traga aire y me dice: voy a intentarlo.
El viernes fuimos al Hospital a que le hicieran una analítica de control. El jueves le expliqué tranquilamente lo que iba a pasar, y crucé los dedos para que el trance fuera lo más ligero posible.
Cuando llegamos allí me dijo que estaba un poco nerviosa y que tenía miedo.
Me puse a su altura y le volví a explicar todo lo que iba a pasar.
Llegado el momento, siguió las indicaciones del enfermero y las mías, y todo fue fácil, tranquilo y rápido.
Cuando salimos yo me deshice en elogios para ella por lo bien que había afrontado el momento.
Ella, con mucho orgullo en el tono de voz me reconoció que había tenido un poco de miedo, pero que se acordó de lo que yo digo: que los miedos hay que superarlos.
Imagínate, casi salí del hospital levitando. Primero por su razonamiento y segundo porque he podido comprobar que me escucha.

12 años y una escoba

Tal día como hoy, hacen exactamente 12 años, decidí abrir esta ventana.
Y mira, probablemente sea una de las cosas de las que más orgullosa me siento. Vengo aquí cuando me apetece, cuando siento la necesidad, y cuando quiero dejar algo en un sitio seguro, por si se me olvida. Sin obligaciones y sin expectativas.
Me encanta sentarme, y mirar atrás. Para mí es un ejercicio de toma de conciencia.
Porque con el día a día, a veces se me olvida por lo que pasé, por lo que reí, y todo lo que canté.
Han cambiado un montón de cosas, pero la esencia sigue aquí.
Sigo floreciendo cada primavera, sigo enredándome en ovillos de lana que terminan quitándonos el frío, y sigo volando en las notas de las canciones que escucho.
Como decía aquel libro que leí: ya no sufro por amor. Claro que, tuve que sufrir todo lo anterior para poder llegar a este estado, y como suelo pensar: benditos todos los fantasmas que me trajeron hasta aquí.
Ya no siento miedo, ya no me escondo.. Voy de frente, aceptándome como estoy y lo que soy. La comida ya no me quita el sueño, y los años y los kilos tampoco. Sigo teniendo un montón de proyectos a medias, otro buen montón de sueños, y un camino claro y definido.
Y en esta calma real, ha sido cuando por fin, he encontrado la escoba.

WWKIPD

Hoy es el día internacional de tejer en público (wwkipd o lo que es lo mismo world wide knit in public day). Recuerdo aquellos años cuando vivía en Gran Canaria, y este día lo celebraba en Las Canteras con mis amigas tejedoras. Saboreando la playa con gazpacho fresquito, ensalada griega y té con hielo.. Qué grandes veladas pasé así.
Desde que estoy aquí estas celebraciones son escasas, aunque siempre le pongo intención.
Hoy el día no ha dado para estar mucho por fuera, ni tampoco con compañía tejedora, así que me he traído a la mente el trabajo de campo que tuve que hacer esta semana.
Se avecinan nuevos e interesantes proyectos, que me han dado la oportunidad de volverme a calzar las botas, y próximamente el casco. No te voy a engañar, de vez en cuanto me entran ataques de nostalgia, y lo echo mucho de menos. Así que cuando salen proyectos de este tipo me pongo a saltar en una pata.
Estos días atrás hizo calor, un montón de calor. De ese que deja a todo el mundo lamentándose de lo malamente que se está con 30º. Yo hasta los 45º no empiezo a quejarme, así que estos días he estado perfectamente.
Me fui tierra adentro, subiendo media montaña y ubicándome en las coordenadas exactas donde debo emplazar mi nuevo proyecto. Desde esa poquita altura que subí, fui capaz de divisar un montón de costa, y de maravillarme de lo mucho que me gusta esta tierra, y de lo muy adentro que la tengo.
Y hoy, como no estaba en público ni tampoco afuera, me he puesto las fotos y he sacado las agujas.
Estoy a solo una manga de terminar mi Bloomsbury y ahora estoy con prisas porque, estos días me he hecho con un montón de patrones que quiero empezar a tejer ya mismo. Así que esta noche es probable que me haga un buen té y me ponga la última temporada completa de The Americans, y lo termine.
Mientras yo he estado tejiendo, Emma se ha dado a la lectura. Es lo que suele hacer mientras yo le doy a las manos.
Este libro fue un completo flechazo. Fuimos a nuestra librería habitual y al verlo Emma se tiró a él. Las plantas preferidas de Emma son los cactus. No me preguntes por qué. Pero lleva casi toda su vida diciéndolo. Le encantan los cactus, en cualquier variedad. Y encontrar en la librería un libro con cactus, le llegó al corazón. No me pude resistir a no comprárselo.
La sorpresa fue el cuento en sí. Es estupendo. Te recomiendo lo totalmente.

Tal que así..

Más o menos este video podría resumir lo que me ha pasado durante este tiempo.
Mayo me estornudó encima, y salí volando en un vuelo con trayectoria desconocida y de complicado aterrizaje.
Pero una vez más, debe ser ya por la práctica, he caído de pie y sobre suelo firme.
En este mes, la cocina ha seguido echando humo, mis manos han hecho cosas estupendas para mi nueva sobrina (que ya está aquí), y por fin estamos dando paseos al sol.
Parece que ahora que la primavera se está despidiendo, yo vuelvo a mi huso normal.

Feliz día del libro

Tener una excusa, como que es el día del Libro, para ir a la librería del pueblo y darle brillo a la tarjeta, es uno de esos pequeños actos que reportan satisfacción de liberación lenta.
Es decir, te sientes bien durante días, o meses.
Desde que tengo el kindle acumulo menos volúmenes en papel, o eso es lo que yo pretendía. Pero no está muy clara la cosa, ahora que he descubierto que los libros infantiles tienen tan buenas ilustraciones, y que a Emma le vuelve tan loca como a mi, coger un libro nuevo y perderse entre sus páginas.
Estos días, Emma ha empezado a leer. Todavía no ha aprendido todas las letras del abecedario, aunque sí algunas: “m, t, n, p, y l”. Con estas cinco letras y las vocales,  es capaz de leer: mama, patinete, tomate, moto, pito, pataleta… Palabras muy necesarias, todas.
Sería difícil explicar lo que siento cada vez que la veo unir las letras y ver la cara de sorpresa y emoción cuando las sílabas que va uniendo tienen algún sentido para ella.
Estos son los libros que hemos comprado este año, todos.. anota bien, todos son necesarios.
El primero es para mí, y es un libro maravilloso, no sé qué haces leyendo aquí todavía en lugar de salir corriendo a comprarlo.
Los demás estaban en nuestra lista de deseos desde hace tiempo, y encontrarlos aquí en nuestra librería ha sido una emoción total.
He conseguido hacer fan de Alicia a Emma, y qué te voy a decir, no puedo estar más contenta.
De paso, he comprado unas cosillas, a ver si aprendo a carvar sellos, y unas pegatinas para hacer la agenda más bonita.

La pesadilla que se hizo realidad

Una de las cosas que me quita el sueño desde que Emma entró al cole eran los piojos. Bichitos insolentes, molestos y pesados que se niegan a extinguirse, que bien podrían.
Cada 15 días el cole manda una circular avisando del contagio.
El año pasado superamos el curso sin ningún problema y sin tener ningún avistamiento piojil.
Este año, al empezar el curso, yo volví a tener pesadillas con ellos. Solo pensar que un maldito piojo entraba en nuestra casa, hacía que estuviera rascándome horas. Sirva como información relevante que: tengo el pero rizado, a media espalda, y que Emma y yo todavía colechamos. Las posibilidades de que Emma me los pase son superiores al 100%.
En Septiembre volví a mis blogs de cabecera para informarme sobre el tema, aquí y aquí .
Mi operación prevención consiste en mantener a Emma con el pelo por el hombro, introducir unas gotas de aceite del árbol del té en el champú, y llevarla a clase siempre con el pelo recogido.
Aún tomando estas precauciones, el miedo al contagio aflora cada vez que llega una circular del colegio. Pero entonces, llegó el notición de Un Fonendo en Villamocos. Tarde tres minutos en ir a la farmacia y hacerme con el producto preventivo.
Desde octubre hasta febrero estuve usándolo a diario. Todo perfecto. Cabezas libre de invasores.
Y en Febrero se me acabó el bote. Y coincidió con las vacaciones de Carnavales.
Y… Me relajé! Y ese es el gran error de esta pesadilla. Porque amigas, esto es lo que una madre nunca debe hacer en esta cuestión, relajarse. Nunca hay que bajar la guardia con estos malditos parásitos.
Pasó la semana de vacaciones, volvimos al colegio, y yo seguí sin ir a comprar la reposición del liquido protector.
Quince días después del último uso, me llevo a Emma a la peluquería.
Y allí, mi amiga la peluquera me dice, mira, ven un momento.
Me señala una mota infinitesimal, de color grisácea, pegadita a un pelo. Y me dice: yo creo que esto es una liendre.
Se me paró el mundo. Un pitido sordo se instaló en mis oídos, y de pronto empezó a faltarme el aire.
La peluquera siguió mirando la cabeza, escudriñando rincones y raíces.
No le veía más, pero allí había habido un piojo, eso estaba claro.
Salimos de la peluquería, llevándome Emma a mí de la mano. Mis piernas flaqueaban, y mis pies daban pasos torpes por la acera.
En mi cabeza, el miedo y “el qué hago ahora” se peleaban por tomar la delantera.
Llegamos a casa, esperé a que abriera la farmacia, y producto que te pego.
Se inició la operación despioje. Coletas, peines, lendrera, y paciencia, mucha paciencia. La operación quedó concluída con éxito en unas horas.
Luego vino el temible momento de mirarme yo. Para eso solicité la inestimable ayuda de mi madre, que después de contarme las canas que me han salido en estos meses, enumerándolas seguidas de un chorrillo de risa, dictaminó que en mi cabeza no habían invasores.
Desde ese momento, me quedó cristalino que uno lo que no puede hacer es relajarse. Ese es el gran error en la batalla pediculicida.
Ahora sigo poniéndole el neositrín protect a diario, y paso la lendrera siempre después del baño. Es un coñazo, sí, pero es norma de obligado cumplimiento si tienes niños en edad escolar. Me parece una total irresponsabilidad saber que tus hijos (y probablemente tu misma) tienen piojos y no hacer nada. Vivir en sociedad nos obliga a pensar en los demás.
De esto hace ya dos meses, y desde entonces, ni un maldito bicho más ha decidido hacer excursión por la cabeza de Emma. Y yo ya me puedo tomar el aperitivo tranquila.