Hell was full….

Iba a titular este post: tortas como panes.
Porque mis panes últimamente quedan espectaculares, (cero sentimiento de culpa por no tener humildad, en este caso) por fuera y por dentro. Bien dicen por ahí que la práctica hace al maestro. Llevo panificando cinco o seis años. No sé cuantos panes habré horneado la verdad, pero han sido muchos hasta llegar a este punto.
Estoy orgullosa de mis panes, para qué te voy a decir otra cosa.
La cosa es que hoy no vengo a contar lo bonito que son mis panes, sino las tortas que se han repartido por estos lares, sin ni siquiera yo, mover las manos. No te engaño, saben bien, casi tanto como mis panes.
Resulta que hace como dos años me llamaron para desarrollar un proyecto. Allá que fui, con la ilusión a flor de piel, y mi firme propósito de hacerlo lo mejor posible. Digamos que el proyecto tenía un director, (con el que yo no trataba mucho), y subdirector (con el que sí trataba más).
Durante esos casi dos años, sudé mucho, no solo por lo complejo del proyecto sino por el trabajo de tener que lidiar con un montón de gente.
Pasado el tiempo, el proyecto se fue concluyendo, y mi trabajo allí también. Sin embargo, un nuevo proyecto lo sucedió, en el mismo sitio, con el mismo “personal”.
Yo, no te voy a decir otra cosa, me pasé largos meses esperando a que sonara mi teléfono con la propuesta de volver al mismo sitio con el nuevo proyecto. Pero como te digo, los meses pasaban, el proyecto ya iba rodando, y yo a todas luces, estaba fuera.
Entonces empezaron los rumores. Y resulta que llegan a mis oídos las razones por las que no contaron conmigo. Se dice, se rumorea, se comenta, que el director no me quiere.
Se dice, se rumorea, se comenta, que el subdirector hizo todo lo que pudo por reengancharme, y que no le dejaron.
Yo en casa, ahogando mi ansiedad en un arroz con costilla, hice muchas cábalas. ¿Qué habré, hecho-dicho-no hecho-no dicho, para que esta persona no me quiera allí?.
Mis conjeturas iban por todos los derroteros posibles, casi ninguno acababa conmigo en un buen lugar.
Pasadas algunas semanas, decidí cerrar capítulo y asumir que para el director no soy grata, y que el subdirector, realmente se había partido la cara por intentar contar conmigo.
Y así pasaron las semanas.
Y entonces, sonó mi teléfono.
Me llamó el director, él en persona. Me emplazó a una reunión con él, y me propuso empezar.
Y se destapó el pastel.
No era él el que no quería contar conmigo, como ya habrás supuesto.
Estoy feliz. El proyecto me gusta, y me hace volver a disfrutar de mi trabajo.
Y también estoy feliz porque la verdad ha salido a la luz. Porque no hay cosa que me repugne más que la gente desleal, y si encima de desleales son deshonestos, ya es que no lo soporto.
Siento lo mismo que cuando me despidieron por culpa de un personaje, y meses más tarde me llamaron para sustituirle. Supongo que sentir revancha no es un sentimiento muy noble, pero soy humana, e imperfecta, y a estas alturas, no voy a pedir perdón por ello.
Ya tengo outfit para el primer día de trabajo, y para afrontar ese encuentro con todos los implicados en el proyecto.

i came back

Yo me alineo los chakras tejiendo

Lunes. Lunes de esperas y sin noticias.
Recuerdo cuando era joven y delgada, como dice siempre mi compadre, siempre estaba esperando. No recuerdo bien qué esperaba, pero siempre estaba ansiosa y esperando algo. Bueno, malo, quien sabe. Esperando.
Desde que no soy tan delgada pero un poco más mayor, (y madura, espero, o no tanto, no sé), no espero. Nada en general, de nadie, de nada. No espero nada de nada. Me va mucho mejor, o eso creo.
Pero hay lunes, que espero noticias. Y todo ese arte zen que cultivé concienzudamente durante el fin de semana se va al garete, y se me desalientan los chakras, y se me altera el chi.
La cosa es que desde el viernes sabía que el lunes iba a ser uno de esos lunes ansiosos, y por tanto, me dediqué a construir una atmósfera zen. Que traducido del violeto, significa comer bien, tejer mucho y amortizar netflix.
Este fin de semana tejí una barbaridad. Tengo que reconocer que he ido adquiriendo con el tiempo una velocidad con las agujas de la que me siento muy orgullosa, para qué te voy a contar lo que no es. Mi amiga del alma, salía hoy lunes con su bebito de viaje, y me pidió encarecidamente unos gorros. Ella me facilitó la lana, y yo puse la mano de obra. En un par de horas gasté los dos ovillos que me trajo en dos gorros de esos de satisfacción inmediata y doble, porque ahora sé que este niño lindo está recorriendo Granada con sus orejas a cubierto, para dejar de lado todo tipo de gérmenes y viruses. Si no lo sabes te lo explico: los virus entran con el frío que te da en las orejas y en la boca. Esto es un conocimiento ancestral que se te desarrolla de manera espontánea en cuanto te reproduces.
Fíjate cuando hay un poco de aire fresco y hay niños, vas a escuchar a las madres y a las abuelas decir: boca cerrada boca cerrada, para que no te entre el frío. Bueno, pues si lo has oído ya sabes por lo que es.
Después de un par de cafés, y con la velocidad en los dedos, retomé las pinwheel jackets. Deberíamos salir a hacernos una sesión de fotos digna, pero es lo que tienen las prisas y el poco tiempo. Y también por ahorrarle el suplicio a Emma, que cada vez que le voy a poner algo que le tejo para sacarle una foto,  me pone una cara de sufrimiento y hastío que me come la moral. De momento y con la subida progresiva de temperaturas que estamos teniendo, creo que se van a quedar sin estrenar hasta el próximo invierno. Tengo que decir que han sido una labor maravillosa, por lo fácil, y la cantidad de ovillos que he quitado del medio.
Seguí tejiendo, porque aún debió de quedarme algún chakra por ahí mal puesto, y haciendo un grandioso esfuerzo, no empecé nada nuevo. Retomé la Umaro Blanket, y ya no es que me tape con ella, es que directamente me envuelvo. Ya tiene un tamaño más que aceptable, pero en el instante de la foto, me quedaban aún dos ovillos por usar. Me planteé dejarla así, pero claro, que iba a hacer luego con los dos ovillos restantes. Así que nada, tiré p’alante. En estos momentos me queda solo un ovillo, y la manta ya da para cubrir todo el ancho de la cama. Va a ser una manta manta, de las de hacerse un churrito.
Y todo esto lo tejí viendo toda la quinta temporada de The Americans, que la tenía por ahí aparcada. No sé si ya he dicho la especie de ternura que me producen estos espías cambiando constantemente de aspecto físico, y sin teléfono movil o cualquier otra tecnología.
Hay días que me parece que va a llegar el apocalipsis o un ataque nuclear, y entonces me dedico a cocinar todo lo que tengo en la cocina. Resultado de estos ataques son los cuatrocientos tuppers que van llenando el congelador, y que para días como los de este fin de semana me aligeran tanto el trabajo. Estos días saqué un caldo de esos que hice en invierno a baja temperatura en la crokpott. Maravilla de aparatito. Va llegando el momento de otro ataque de estos porque este era el último tupper de caldo. Acompañado de pan de centeno, y queso majorero.
¡Ah! el pan de centeno, otra cosa que tienes que probar si no lo has hecho ya. Fuerte cosa buena. Y el chucrut con puerro y cúrcuma, mucha cúrcuma. Cuando lo hago me parece que he hecho un montón, cuando se va acabando siempre pienso: ¿por qué no hice más?.
Y hoy, que sabía que iba a ser un día de ansiedades varias, salí a la calle con la chaqueta que MiLoli me tejió. Cuando tengo días así, busco cosas para tener a la gente que quiero, cerca. Las personas que me abrazan y me reinician como dicen por ahí. Esa gente que me encantaría tener cerca pero que están lejos.
Y pasó el día, y la chaqueta hizo su función, y la alineación de los chakras, pues casi que también.

Ni un jardín sin flores, ni una Semana Santa sin semla

Pues justo eso. Aprendí lo que era un semla hace como tres año, testimonio gráfico del 2015, 2016, 2017, y desde entonces forma parte de esas pequeñas constantes que se están convirtiendo en tradición en nuestra vida.
Me gustaría que cuando Emma fuera mayor e independiente, lo que se le venga a la mente de su infancia fueran las largas partidas de parchís, las canciones que bailamos y cantamos, los libros que leímos y el aroma de todo lo que sale del horno, entre muchas cosas.
De los semlor poco más puedo contar, porque lo llevo haciendo desde hace unos años, lo de contarlo, digo. Solo que merece la pena hacerlos, el momento atorrijamiento es tocar el cielo, de verdad de la buena.
Esta Semana Santa, también hemos sido fieles a nuestras tradiciones, MiNorte, aunque cero playa, porque fresco hace un rato, y este invierno que hemos logrado superarlo sin fiebres ni toses, no voy a ser yo la que ponga en riesgo esta salud que tenemos. Como digo, la playa la hemos visto de lejos, contando los días de frío que quedan para ir a remojarnos felices, que ganas tenemos unas pocas.
Bollos atorrijados para merendar o desayunar, libros a media tarde, y muchas agujas.
Después de la merienda, entre la ducha y la cena, hemos ido cogiendo la costumbre de leer. Parece increíble que estemos en este punto, cada una con su libro, y compartiendo el rato de silencio en el sofá. Emma está leyendo historias de grandes mujeres, y yo he vuelto al lado de la literatura latina, que hacía mucho tiempo que no me rondaba por este estilo, y casi había olvidado lo mucho que me atrapa.
En las agujas he tenido estos días una Camila Blanket, que ha sido un proyecto muy llevadero y apetecible durante estos días. Lo he tejido casi en piloto automático. Satisfacción casi inmediata.
La banda sonora ha corrido a cargo de Estalactitas, en casa, en el coche, en cualquier momento.
Así ha sido nuestra Semana Santa, tradicional, y tranquila.

Primavera, vienes o qué?

Ya sé que la primavera llegó ayer, pero para mí, que soy un espíritu libre que va a su aire, la primavera siempre viene con el cumpleaños de MiGurú aka MiHermano, y eso es hoy. Así que: welcome spring!!
Pero a la spring, le ha parecido bien hacerse la interesante, y hoy ha amanecido un día de lo más invernal: viento y nubes a partes iguales. Y frío, mucho frío. Tanto, que hoy he vuelto a sacar mi Stasis Pullover, que casi tenía ya guardado hasta el invierno que viene.
Habrá que esperar a mejores días, con sol y manga corta.
Mientras me pongo un desayuno típico de fin de semana, con lemon pie y té, y libro. Y hago un aparte de responsabilidades y dejo las cosas ir. Que qué manía esto de estar siempre con la lengua afuera apagando fuegos.
Ayer, haciendo un descanso de mis rutinas laborales, me di una vuelta por el blog de albis, y me puse a hacer inventario de las labores de punto que también tengo a medias. Me pareció una buenísima idea copiarme vilmente de su post, y a ello voy.
Nueve proyectos empezados, no está mal, eh?
1. Domino Knitting Square, está hecha con todos los restos de los calcetines que he tejido a lo largo de mi vida tejedora. Tenía hechos 177 grannies, y los estoy deshaciendo para hacer esta manta. La idea era hacer una manta de restos, y en su momento, allá por el 2014, me pareció buena idea hacerla de ganchillo. Cuando se me empezaron a acumular los grannies, vi un ligerillo problema a la hora de unirlos, pero dejé apartada esa decisión para más adelante. Hace unos meses, cuando vi en IG la manta que Lolita hizo usando esta técnica del domino knitting, vi la luz, y no me pesó nada tirar de la hebra. Ahora mismo tiene ya 73 cuadrados, y va a buen ritmo.
2. Medias a rayas, patrón de calcetines básico, hasta la rodilla, y a rayas. Sin misterio y sin ciencia. Los voy trabajando mientras Emma baila.
3. Umaro blanket, no he gastado ni un ovillo, con esto te quiero decir, que está recién empezada. Solo que ese recién fue allá por el 2012. Está entre mis prioridades de este año.
4. Baby Romper, estoy diseñando un patrón de pelele, y esta es la test sample, lo empecé hace unos días, así que espero que esté listo estos días. Si doy con el patrón, claro.
5. Big Granny Square, otra manta de restos. En este caso, algodones. Tampoco podría saber desde cuando la tengo ahí, yo le calculo el 2014 más o menos. Ya tiene un tamaño considerable, y cubre complemente un colchón de 1.35m. Me quedan pocos restos, así que desde que termine definitivamente con ellos, se acabó la manta. Pesa como un quintal.
6. Permafrost Shawl, va por el segundo gráfico, y también data del 2014-2015. No sé por qué lo aparqué, pero de momento tampoco es que tenga demasiadas de seguir con él. Volverá a mis manos en algún momento.
7. Arch Shape Socks, tejido casi el primero entero, y a punto de tirar de la hebra. No me termina de convencer la combinación fibra-patrón. Voy a ver qué hago con ellos este fin de semana, si tiro de la hebra o monto el otro.
8 y 9. Pinwheel Sweater  para Emma y para mí. Las dos están hechas con restos de ovillos, u ovillos sueltos que tenía por aquí. Son las típicas chaquetas de asadero, porque la combinación de colores no es la más acertada. Con esto quiero decir que no he puesto ningún cuidado al ir escogiendo los tonos, más bien, meter la mano en la caja donde están guardados y decir: este mismo. A la mía le falta la mitad de una manga, a la de Emma están justo a la altura de la separación de las mangas.
Lo que más estoy tejiendo estos días son justamente estas dos chaquetas, y creo que probablemente sea de lo primero que termine.

Olivo Corso

El sábado pasado asistimos a un gran acontecimiento. Se inauguraba el Olivo Corso, que tu puedes pensar, ¡bues! ¡vaya cosa, otro bar más!.
Pues no, no es otro bar más, y no lo es por muchos motivos. Resulta que allá por principios del siglo pasado, como te lo cuento, por 1935, mi abuelo Silvestre, con sus propias manos, hizo una casa. Una casa grande que albergó 6 hijos, una esposa y a él mismo. No tengo ni una duda de que también mi abuela puso alguna piedra en esos muros. Tengo recuerdos claros de mis veranos en aquella casa, de mi abuela manejándola, y de cómo nos movíamos en ella.
Han pasado muchísimas cosas desde entonces, cosas como que diferentes materiales han ido cubriendo las piedras de esos muros. Hasta estos días, en los que a mi primo se le ocurrió la brillante idea de eliminar todas esas capas de mortero y escayola, para volver a descubrir las piedras que puso mi abuelo. El resultado ha sido totalmente espectacular, y aunque aún no está como va a quedar al 100%, tiene ya toda la esencia de lo que va a convertirse, o dicho de otro modo, de recuperar lo que algún día fue.
El Olivo Corso es un sitio distinto, en lo que ofrece para degustar, y en la energía que tiene para compartir. Y no voy a contarte mucho más de él, porque será mucho mejor que te encamines a su encuentro.
Emma y yo dimos buena cuenta de unos pintxos riquísimos y también de un rato de buena música y conversación. Aprovechamos para estrenar nuestras Louise Light Cardigans, un patrón muy fácil y resultón. He usado esta vez lanas katia, de la línea Concept, y tengo que decir que me han encantado. Seguramente repetiré con ellas. Han resultado unas rebecas de lo más ponibles.
Y ya de camino al coche nos hemos maravillado mirando a nuestro Charco. La mar estaba brava, poderosa y temible. Una vez más siento atracción y miedo a partes iguales.
Hoy estoy soñando con los pintxos que me voy a tomar dentro de muy poco, y rezando para que la bravura del Atlántico amaine un poco y me permita darme un el baño que voy necesitando.

Alerta por tormenta

Hemos pasado las últimas semanas activando y desactivando la alerta meteorológica. Alerta por lluvia. Alerta por viento. Alerta por fenómenos costeros adversos.. De amarilla a naranja, y viceversa. Actividades extraescolares al aire libre canceladas, indicaciones, precauciones, advertencias.
Cuando ya parecía que íbamos a superar este mes sin incidencias, se hundieron unas gabarras en el muelle de Gran Tarajal, y aún está por verse el alcance del desastre.
Mientras, como siempre, mi protocolo de alerta se activa a la perfección. Básicamente consiste en atrincherarse en casa.
Yo no sé ciertamente si ser casero, se nace o se hace. Pero la realidad es que aquí somos muy caseras las dos. El viernes por la tarde, al término de la última obligación semanal, volvemos a casa contentas y cantando, pensando en que ya no tendremos que salir de casa más hasta el lunes.
No estamos acostumbradas a tanto frío, al viento sí, pero al frío no. Y salir de casa supone un esfuerzo considerable, con este aire helado dándote en la cara.
Así las cosas, con alerta de por medio, el fin de semana empieza el viernes por la noche, con la compra recién hecha, y con el propósito de darnos calor y amor.
También tengo que decirte, que algunas de estas alertas por tormentas, han sido una auténtica estafa.
Anyway, una vez metidas en el protocolo de tormenta, lo primero es encender la crockpot y preparar un buen caldo. Esta vez y rizando un poco el rizo, lo he hecho de diferente manera. Antes (y digo antes, porque después de esto ya no hay vuelta atrás), metía todo en crudo en la crockpot y a darle candela. Pero en esta ocasión metí la carcasa de pollo con una cebolla partida en cuartos en el horno. Y lo asé todo durante un ratito. Con el resto de las verduras, hice lo mismo, más o menos, y las salteé en el fuego. Y ya sí que lo metí todo en baja durante 12 horas. Lo que salió de allí, juro que es el caldo más maravilloso que he comido jamás. De verdad te lo digo. Tanto así que no le hice nada, solo lo serví en un bol y me lo tomé de cena. Reconfortante, y sabroso. Vaya, un auténtico “caldo de pollo para el alma”.
El segundo paso del protocolo tormenta, es tener un dulce para merendar. No tenía ganas yo de improvisar, así que fui sobre seguro. Nudos de cardamomo del libro Pan Casero de Ibán Yarza. Si no tienes este libro, no sé a qué estás esperando para hacerte con una copia. Es un básico.
En este punto de la vida cocinera, he logrado encontrar el tamaño exacto del bollo, así como la proporción de relleno. Otro detalle importante: no pasarse con el tiempo de horneado. Si te pasas, los bollos están buenos recién horneados, pero se pondrán duros en unas horas. Quedándote justo o corto de este tiempo de horneado, te aseguras unos bollos ricos más allá del día. Si es que llegan a superar las 24h desde que los sacas del horno. Aquí se comen solos prácticamente.
Y los últimos dos pasos del protocolo tormenta, se conjugan juntos: proyecto y serie.
Estoy en un momento histérico de rebajar stash, así que estos días he buscado un proyecto para acabar con todos los merinos classic, cascade yarn, rowan dk.. un montón de medios ovillos que tenía por aquí. Encontré el trabajo perfecto en una rebeca para estar en casa. El patrón es la cosa más sencilla del mundo, y como desde el principio me la imaginé para estar en casa, no he tenido muy en cuenta la mezcla de colores. El único objetivo que tengo en mente es acabar con todos esos ovillos huérfanos.
Y esta rebeca la he ido tejiendo viendo This Is Us. ¿Por qué nadie me había hablado de esta serie? ¿Por qué?. He terminado de verla justo anoche, y vaya. Me ha encantado, maravillado y hasta obsesionado.
Es dulce, y cotidiana, y me ha revuelto un montón de cosas e ideas que tenía vagando debajo del pelo.
Es harto probable que vuelva a verla en breve, así de corrido, otra vez. Anotando algunas cosas tal vez.
Hazte un regalo, y dale una oportunidad.

Ponte tu mejor disfraz…

Después de la gran experiencia del año pasado, tengo que confesar que este año esperaba los carnavales con otro espíritu, y otras ganas. 
Como novedad el Ayuntamiento puso la guagua del Carnaval, que estuvo saliendo por el pueblo dos veces cada día. Se dio la casualidad que nuestra calle estaba dentro del itinerario, y si yo ya estaba animada, la guagua me remató. 
Me pasé los días expectante, pendiente al grupo de whatsapp, a ver si se lanzaban a organizar la cabalgata de este año, y se dio la circunstancia, de que el grupo estaba de lo más mohíno. Pasaron los días, y ya me veía yo viendo la cabalgata pasar, sentada en la acera, comiendo pipas, como los años anteriores.
Y siguieron pasando los días.
Entonces, los alumnos de la ESO del cole organizaron una fiesta carnavalera para los alumnos de primaria. Y ahí si que pasó algo. Todo el mundo se puso a sacar un disfraz para llevar a los niños a la fiesta, y yo creo, que ahí la purpurina hizo su magia. Cuando llevamos a las niñas a la fiesta había otro espíritu y otras ganas. 
No faltó más. Mientras las niñas bailaban al son de Celia Cruz, las madres fuimos a comprar materiales y complementos. 
Cuando llegó el día del pasacalles del cole, nosotras teníamos ya el disfraz del grupo prácticamente terminado. Emma decidió este año repetir el disfraz del año pasado, y tan contenta que fue disfrazada de Poppy.
Mientras esperábamos ya el día de la cabalgata, yo disfruté de mi cita obligatoria en estas fechas. Yo creo que no me he perdido ni una sola de las Galas, de los 21 años que se lleva haciendo. Es maravillosa. Cuánto arte, cuánta purpurina, y cuánto equilibrio.
Y llegó. Llegó el día del gran coso.
Este año la alegoría del carnaval de mi pueblo era: Los locos años 80. Y nosotras aprovechamos la ocasión para disfrazarnos de rockeros-punketas. Tules de colores, pelucas de crestas, ojos negros, y mucha purpurina.
Yo he notado muchísimo lo que los niños han cambiado en un año. El año pasado aguantaron poco rato caminando, este año, llegaron hasta casi la mitad de la cabalgata andando, y tocando sus guitarras. Nosotras lo pasamos bien, pero ellas se volvieron locas con sus guitarras de cartón y goma eva.
Cuando llevábamos recorrida casi la mitad de la Cabalgata, la carroza que iba delante de nosotros se rompió. Al principio fue como WTF y ahora qué??.. Pero nada que unos rones y un montón de mascaritas no pudieran solucionar. Allí arrimaron hombro un montón de gente disfrazada, y apartaron la carroza para que el resto de la cabalgata pudiera continuar. Esto no es Bilbao, pero casi.
Y llegamos al recinto ferial, ateridas de frío, pero contentas al máximo.
El domingo, le mande repórter fotográfico a mi compadre, que se encuentre allende los mares, muertito de la envidia, porque el lleva la purpurina en el adn. Al ver las fotos me dijo asombrado: para que luego digan que la magia no existe.. todo es posible.. y si no mírate. Tú carnavalera!!!
Y pues sí, tiene mucha razón: Todo, todo, todo… puede pasar.
Y si es con purpurina, mejor.

Abrigadas y orientadas

Estamos de batalla. Una grande, y dura. Queremos echar definitivamente los virus de nuestros cuerpos y nuestra casa, pero éstos malditos se agarran como garrapatas, y aprovechan cualquier rendija para volver a hacerse trinchera.
Estos dias soy como una marine, y voy cargando con agua, gorro, chaquetón, bufanda y hasta guantes. Tengo a Emma la mayor parte del tiempo como un muñeco michelin, y lo único que se oye cuando salimos/entramos de casa/colegio/actividades, es mi voz (al estilo Silvester Stallon): la boca cerrada Emma, que no entre aire!.
A veces dudo de la efectividad de todas mis estrategias, pero no puedo dejar de hacerlo.

Mientras, voy tachando los días, esperando con ansias la primavera. Y ya se nota, poquito, pero se nota.
Ayer veníamos en el coche, y se lo comenté a Emma: mira, ya los días se están haciendo más largos; la semana pasada cuando hicimos este trayecto a esta misma hora, ya era de noche; sin embargo hoy, aún no ha anochecido.
A lo que ella contestó: sí, aún se ve día por el oeste.
Literal.
Yo no sé orientarme si no es con un mapa. Y ella, ahí como si fuera girl-scout.
Cuando recuperé el habla, le dije: ¿tu sabes dónde está el oeste?.
– Sí, claro, es lo que está a mi izquierda.
Seguí muda, a lo que ella contestó, para darle mayor valor a sus conocimientos:
– Y por donde está la mar, es el Sur.
Casi freno en seco. Me demostró perfectamente que sabía orientarse. Y siguió explicándome.
– Me lo dijo abuelo.

Y ahí ya, lo entendí todo. El pobre abuelo, que tuvo que tirar la toalla conmigo, ante mi total incapacidad para aprender, se ha resarcido con la nieta.
Bueno, yo no sé orientarme, pero tengo otras capacidades en valor, como mantenernos calentitas a base de caldo y prendas de lana, lo que está muy bien, porque juntas completamos un equipo prometedor.
Tenía muchas ganas de enseñar estos jerseys. Tiene casi un año, los dos, y los hemos usado una barbaridad. De hecho creo que es mi jersey preferido estos días.
El patrón está muy bien explicado, y la adaptación a la talla de Emma fue bastante fácil, partí de un jersey básico, y acomodé el patrón a los puntos que tenía. Lo tejí con drops alpaca, que ha pasado a ser una de mis lanas favoritas. Y todos los detalles, ya sabes donde encontrarlos.

Sin miedo a volver a empezar

En la vida de una tejedora compulsiva, como me defino sin complejos, existen dos grandes problemas: donde guardar el stash lanero, cómo gastar los restos de lana.
El primer problema lo he ido solucionando comprando cajas de almacenaje, e inventariándolas cada tanto para saber qué tengo. Si, ese es un problema derivado del primero, llega un momento en que guardas tanto y tan bien, que pierdes la noción de lo almacenado.
El segundo problema requiere más atención. Las lanas que tienen un grosor intermedio, las destino a rebecas o jerseys de aprovechamiento. Y consiste en hacer un jersey o chaqueta con un patrón básico, normalmente top-down, multicolor y multicalidad (porque no tengo pudor ninguno en mezclar merino con algodón, con lana virgen). Tengo que reconocer que el resultado de estos aprovechamientos, suelen ser prendas imposibles, que pondrían a prueba el TOC de cualquiera, pero que por contra, se convierten en las prendas que más nos ponemos, que más usamos, y con las que nos encontramos extrañamente cómodas y felices. Misterios del mundo tejeril.
La otra solución a los restos, cuando éstos son más finos, son las mantas. Tengo una especial predilección por hacer grandes trabajos partiendo de la nada. Supongo que por eso me entusiasmó el patchwork desde el principio. Básicamente hago lo mismo con las lanas.
Hace ya unos cuantos años, cuando ya tenía una buena bolsa de restos de calcetines, empecé a hacer grannies a ganchillo. Aquí tengo que hacer un inciso, aunque puedo trabajar sin problema con el ganchillo, no me estimula de la misma manera que las agujas, sin embargo, de vez en cuando me gusta hacer algo de crochet. Pues bien, ahí que me puse a hacer cuadritos. Y uno, y otro, y otro más… y llegué a tener casi 150 cuadradillos. Y llegados a este punto, llegó la cuestión de cómo los iba a unir. Y entonces me desmotivé. No tenía ninguna idea de cómo hacerlo que quedara de mi gusto.
Así que tiré por la calle del medio: busqué una caja grande, los guardé, y quitándolos de mi vista, solucioné el problema. Por lo menos, de momento, ojos que no ven, corazón que no siente.
Y el tiempo pasó, hasta que hace pocas semanas mi queridísima Loli sacó la última manta que había hecho. Para la que usó la técnica del domino knitting square, y se me encendió la bombilla.
Corrí a buscar un resto, y veloz como un rayo hice los primeros cuatro cuadrados.
Descubrí lo bien que se unían, lo bien que quedaba, y lo mucho que me solucionaría el problema de unir tantos bloques para hacer la manta y gastar los restos.
Pero ahi llegó el gran dilema: empezar de cero con los nuevos restos, o deshacer todo lo hecho ya.
Y entonces me dejé reposar. Hice un caldo en crockpott. Es uno de mis técnicas para darme tiempo.
Metes todo junto, le das al botoncito, y esperas. Pero tienes que esperar de verdad. 12 horas haciendo chupchup. Y tienes que dejar pasar ese tiempo para poder saborear un caldo delicioso.
Ese tiempo de reposo me sirvió para tomar la decisión. Había llegado el momento de tirar de la hebra. Sin miedo, con decisión, y con mucha energía. Hay veces que deshacer es una gran victoria. Y emprender nuevamente la tarea con las ideas más claras, y con mayor optimismo, sabiendo que el resultado esta vez sí va a ser el bueno.
Y esto amigas, es aplicable a cualquier asunto de nuestra vida.
Así que ahí estoy, tirando de la hebra al mismo tiempo que voy tejiéndola nuevamente.

Adiós 2017

Se me hace raro hacer balance de este año, raro y complicado. Ha sido un año centrifugador. Por momentos ha parecido que era estupendioso para en apenas horas o días, convertirse en un tsunami.
Hace ya tiempo decidí que siempre, en medio de cualquier acontecimiento, tenía que centrarme en buscar el agujerito de la sonrisa. Así que aunque no ha habido grandes catástrofes este año, sí que ha habido momentos de pequeños terremotos emocionales… Pero, en medio de todo, he encontrado el motivo para justificar cada hecho. ¿He aprendido algo?.. Yo diría que sí, que algo he aprendido, aunque me temo que aún me queda mucho por seguir aprendiendo.
Este año han pasado not-so-bad-staff, pero he sufrido algunas decepciones. Decepciones con personas, que nunca dejan de mentir… la gente miente mucho. También alguna traición, un par de pequeños puñales traperos que aunque he conseguido quitarme, no he conseguido que cicatricen las heridas, y que aún, depende del momento (del tiempo, supongo) duelen un poco.
He tomado la decisión de alejarme de personas, por lo menos emocionalmente, porque por mucho que quieras, hay personas que no cambian, y que el contacto con ellas no me hace bien. Salud para todos, trae la distancia. Otras han decidido alejarse, supongo que pensarían que  la tóxica para sus vidas, era yo.. bien. No hay rencor. Cada uno debe hacer lo mejor que considere para sí mismo.
He sido mucho Penélope este año, y aunque he trabajado como hormiguita, me ha tocado deshacer. Mucho. Más de lo que nunca pensé. Volver a la casilla de salida.
Y lo he hecho. Casi con el piloto automático. Como con la lana: he cerrado los ojos y he tirado del hilo. Luego, tomando distancia, he visto como los acontecimientos tenían un sentido, y se iban armando como un puzzle. He entendido lo de  los tres puntos no conectados de Steve Jobs.
También he callado. Mucho. Hasta quedarme afónica, parece una paradoja, pero no lo es. Cuando guardo demasiadas palabras, éstas se convierten en astillitas que se me clavan en la garganta, y me dejan afónica.
Durante la mayor parte del año he tenido la sensación de “oye qué fácil”, para momentos más tarde darme cuenta de que solo había visto la superficie del asunto, y que lo que inicialmente parecía easy-peasy, no lo era para nada en realidad. Y la mayor parte de las veces me quedaba parada con cara de WTF.
Pero en medio de todo esto, ha habido muchos momentos familiares de gran disfrute. Mucha playa, muchas excursiones, cielos espectaculares…
Mucha música y baile, casi cada domingo, después de la plancha, nos hemos dado nuestra sesión de baile dominical. Bailar hasta perder la respiración casi. Qué gran ejercicio.
Hemos cocinado y comido riquísimos platos. Algunos los hemos compartido con gente que queremos, otros los hemos disfrutado en la intimidad de nuestro piso… el piso… ese que pronto dejaremos. Porque creo que lo más importante que ha pasado este año es que hemos encontrado nuestra casa. Queda mucho aún por dejarla como nos gustaría, pero ya la tenemos. Y con ella hemos cerrado un capítulo largo y doloroso, y que muchas veces no he llegado a entender.
Yo volví a yoga y encontré una maravillosa coach. Conocí a Ana Albiol, y también a Diana13soles.
Y ambos encuentros me ayudaron a pararme y volver a revisarme.
He leído muchísimo. 43 libros. Estoy muy contenta de haber encontrado el tiempo para leer tanto. También he escrito, cada día. Inicié el año con varias libretas para agradecer, desear, y resumir… y hoy escribiré en ellas la última página.
He repartido pocos pero sabrosos abrazos, y me he sentido muy abrazada también.
Lo mejor de este año es que hemos tenido una buenísima salud.
Estos últimos días, como es habitual, los he dedicado a poner en orden mis listas, a preparar nuevas libretas para este año, y a sacar los proyectos parados a los que les quiero dar prioridad. Como el Centennial Quilt, que lleva a medio hacer 10 años. Estos días lo he retomado con gusto, descubriendo cuanto me gusta coser a mano.
He tejido, no tanto como me gustaría, pero he conseguido acabar un par de chales, otros pocos pares de calcetines, y unas rebecas para Emma y para mí. Y todo esto lo he hecho viendo series. Este año he amortizado muy bien Netflix y Movistar+.

2018 te espero tranquila, paciente, y con el deseo de seguir encontrando ratitos para hacer y dar lo que más nos gusta. Trátanos bien.
(Si quieres traernos dinero-trabajo-abundancia económica, no nos va a importar)