El fin de semana ya se acabó, y ya estoy de nuevo en este cuarto que dice ser mi oficina. La mesa está llena de papeles, de vales, de albaranes…
Pero yo no estoy aquí, yo sigo en mi camita, acurrucada entre las mantas, teniendo en mis brazos un perrito de color azul. Trufo está acostado a mi lado, y dormita como yo.
Porque hoy necesito aislarme del mundo. Necesito que alguien venga y me diga cosas como “mira que eres tonta”, o “chiquititaaaa”, con ese acento tan peculiar.
Hoy necesito mimos, cariños, atenciones….
Sé que hay más de uno/a, que estaría dispuesta a dármelos, pero soy tan tonta como para no pedirlos. Al único que me atrevo a hacerlo, parece que tampoco puede acceder a mis peticiones, y aunque está al otro lado del teléfono, tengo la sensación de que tampoco está, y que como yo, está aislado del mundo, puede que su cuerpo esté escuchando mis desdichas, pero estoy segura de que él realmente está acurrucado entre las sábanas de un piso de abajo, que suele ser húmedo y solitario.