Hubo una época de mi vida en la que me negué a comer.
Dejé de ingerir cualquier cosa que alimentara mi organismo.
Empecé reduciendo los dulces, pero mi peso no cedía (realmente no es que sea golosa); seguí por todo lo que componía la cena, es decir, no cenaba. Más adelante pasé a prescindir también del desayuno, así que me quedé tomando una ensalada en un cuenco de ikea que aún conservo. Pasaron unas semanas, ya mi bajada de peso se notaba, aún así no me pareció suficiente… seguí.
Decidí sustituir mi comida por una barrita Biomanán de sabor chocolate crujiente con dos vasos de agua… Ahora sí que se notaba. Podía ponerme un pantalón de la talla 14 de niños!! Estaba feliz!!.
Sin embargo… mis amigas, mi familia, conocidos… me miraban y a mi me parecía distinguir un rayo de incomprensión, compasión, pena… en sus ojos, no entendía…
Yo había logrado mi objetivo. El problema es que no comer se había convertido en una especie de adicción.
No me hacía falta comer, yo tenía el sustituto perfecto para los hidratos de carbono, las proteínas y las grasas… estaba mantenida por una ilusión.. la ilusión de de una llamada de teléfono, de un posible encuentro, de un posible contacto… La necesidad de conocer a fondo al que tienes en frente… La relación prosperó de tal forma que volví a incluir la comida en mi vida cotidiana sin casi darme cuenta. Sustituí la necesidad de comer por la necesidad de su atención… Soy una yonky, a esa conclusión es a la que he llegado.. siempre estoy adicta a algo. Dejé de estar adicta a no comer por estar adicta a tu cariño.. ¿Cuándo necesite una droga más dura qué haré?.