Cada vez que doy una charla, o me preguntan desde cuándo escribo, en mi mente se dibuja una imagen clara de mi primera libreta. Un diario de Mickey que me regaló mi Tía Lupes en el cumpleaños número 8 de mi vida.
Acabo de caer en la cuenta de una cosa bastante importante, mi Tía Lupes me regaló la primera libreta-diario que tuve, y que fue la semillita que ha plantado este gran árbol que ahora me da cobijo, me nutre y me asila. Y la misma Tía Lupes, fue la que le regaló a Emma a su muñeca Dorita. La misma que le ha dado tanto consuelo y compañía desde que nació. Mi tía no sabe lo importante que han sido sus dos regalos para nosotras. Tengo que hacérselo saber.
Volviendo a la libreta de mis 8 años. Fue mi primer diario, y en él di mis primeros pasos en la escritura. Cada vez que lo abro, me atraviesa un ataque de ternura, y unas ganas irrefrenables por abrazar a esa niña que se movía con tanta curiosidad como responsabilidad.
Aquella niña tenía unos ojos grandes que le ayudaban a ver todo lo que le rodeaba y le creaba curiosidad. Tenía el pelo liso, tanto que se le caían las coletas. Siempre fue “menuda”, educada, responsable y demasiado sensible. Aprendió a ser autónoma y a dar poquita lata.
De la Violeta de esos años, hay pocas imágenes. Eran otros tiempos. De las pocas que hay tienen algo en común. Me resulta nada curioso verme en esas fotos. Siempre estoy con un libro o una revista. Aún cuando no sabía leer. Las letras tenían un efecto magnético en mí, y algo me llevaba a querer saber, a querer abarcarlas.
Después de esa libreta vinieron muchas otras, de muchas formas y colores. Hay libretas, diarios, agendas usadas como diarios,… y de último las libretas básicas de Tiger.
En medio de tanto escribir en libreta, llegó internet, y los blogs. Y no me lo quise perder. Hace 20 años empecé a escribir en digital, y también me enganchó.
La Violeta de hoy tiene el pelo lleno de rizos, sigue siendo “menuda”, por momentos menos educada, con mucha menos vergüenza, igual de responsable y extremadamente sensible. Aún mira (miro) con curiosidad el mundo, y quiere (quiero) seguir aprendiendo y abarcando todo lo que le (me) llama la atención.
Hace 41 años que empecé a escribir en una libreta, y no he parado de hacerlo. Escribir siempre me da claridad, desahogo, alivio, y me ayuda a pensar. No sé pensar si no escribo. Y de un tiempo a esta parte me da libertad. Escribir ficción ha abierto una puerta para mí que difícilmente voy a poder cerrar. No quiero dejar de hacerlo nunca.