LLevo esperando que llegue este día desde hace aproximadamente un mes. El día en el que no tenga que estudiar, ni estar atada al escritorio, los apuntes y la calculadora. Ayer, por fin terminé los exámenes, llevo solo un día de vacaciones y ¿ahora qué?. Mi cabeza ha estado sometida a un estrés tremendo, ni si quiera descansa mientras duermo, porque no podría contar la de veces que me he levantado a las cinco de la madrugada con la solución de un problema que se me había atascado durante el día.
Así que ahora estoy tranquila, sin “obligaciones”, y debería estar feliz y contenta. Pero la realidad es bien distinta.
Tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo. Me voy a la playa, tiendo mi toalla, me quito la ropa, me pongo crema, y me acuesto en dicha toalla dejando que el sol me bañe (casi siempre son los únicos baños que tomo… me hago mayor), entonces me invade una horrible sensación: “¿qué hago aquí?, ¡¡¡con todo lo que tengo que hacer!!!”.
Tengo que respirar hondo, e intentar tranquilizarme. Analizo la situación, ayer cumplí con mi deber como estudiante, ahora no tengo nada que me espere, puedo relajarme un rato. Al cabo de unas horas ya no puedo estar más en la toalla.
Llego a casa y me pongo a acolchar. Inicialmente disfruto. Pero al cabo de media hora, tengo otra vez la horrible sensación. Es la misma sensación de que se te ha parado el despertador cuando tenías que levantarte. Se te acelera mucho el pulso, y notas los latidos del corazón en la cabeza, que parece que va a explotar, todo eso mezclado con una ola de sudor frío que te recorre el cuerpo.
Mi mente me juega malas pasadas.
Me la imagino mándandome estos mensajes de agobio, y luego muriéndose de risa al ver el estado de ansiedad que provoca en mí… Y la verdad, no la culpo, debe ser bien divertido.