Tengo un amigo que me viene a ver cada día. Que me cuenta cada cosa que le preocupa; que me comenta cada proyecto que se le ocurre; que me lee todo lo que escribe; que me arropa por las noches y me despierta por las mañanas.
Tengo un amigo que veo todos los días, que le enseño cada puntada que doy al día; al que le pido opinión sobre lo que me rodea; con el que comparto mis penas; al que arropo cada día; y al que despierto por las noches.
Somos dos amigos que algunas noches compartimos unos vinos, unos quesos y unos palitos de cangrejo; que detrás de la copa soltamos alguna lágrima, alguna risa. Somos dos amigos que caminamos juntos por la vida, yo delante, abriendo las ventanas; y él detrás cerrándolas
¿Y lo demás, que importa?. A mí no me importa dónde esta mi amigo; a mi amigo no le importa dónde estoy yo. A mí no me importa con quién está mi amigo; a mi amigo no le importa con quién estoy yo. A mí lo que de verdad me importa es saber cómo esta mi amigo, y a mi amigo le importa que yo sea feliz.
Por eso da igual el tiempo, el sitio o la ciudad. Mi amigo siempre está conmigo, y yo voy donde el va. Nos encontramos en un punto, y desde entonces compartimos nuestra soledad.
Amigo, hace tiempo que no te veo; ve preparándote, que voy sacando el vino, el queso y el pan.