Lunes, el primero de septiembre.
Lunes, de madrugón, de rutina, y de lentejas.
A mi me gustan los lunes, me gusta el principio de cada mes, y por supuesto septiembre. Cualquier cosa que me ponga el en modo “comenzar” me motiva. Esa sensación de la página en blanco para poder empezar de cero, es pura gasolina para mí. No porque pretenda hacer arder todo, sino en el sentido de combustible para mi motor natural. Vamos, que a mi, septiembre y lunes, me pone.
Ayer, mientras estaba en casa, y hacía trabajo mental para empezar la semana con ganas, me dediqué a hacer cuidado de plantas. Nunca pensé que esto pudiera reportarme alegría y contentura.
Cuando era chica, mis abuelas, ambas dos, tenían porches en sus casas llenitos de plantas. Cada una de ellas tenía su especialidad, y hacían multiplicación botánica (que le dicen ahora) de muchas especies. Ahora me doy cuenta de lo que las motivaba a tener tan cuidados jardines caseros. Será que estoy madurando.
Cada vez que volvemos de vacaciones, a medida que nos acercamos a casa, voy pensando en las bajas que voy a tener que contar. Porque aunque se quedan con agua y necesidades mínimas cubiertas, siempre tengo la sensación de que les falta la música y el movimiento que nosotras les damos. Yo qué sé, flipaduras mías.
Este año tuve la suerte de no tener que dar de baja a ninguna. No solo eso, sino que alguna me ha recibido con mucha alegría.
Hace meses que compré la planta de la primera foto, en el Lidl. Lo hice sin mirar etiqueta y sin más información. Ya en casa, y viendo que estaba adaptada y feliz, le vi la etiqueta: Monstera Deliciosa. Y pensé: sí claro. Pero luego me quedé dudando, y la sabiduría de la red me confirmó que así era. Esperando a que se le rompan las hojas estoy.
De entre las plantas que tenía en casa, está un potos colgante, que ha crecido como loco, y al que le voy enredando las lianas de hojas sobre sí mismo, porque ya casi puede llegar al suelo. Puede que sea el momento de ir cortándole algunas ramas.
Por estos lares soy un poco famosa por esta manía que tengo de ir robando esquejes. Igual es el espíritu de mis abuelas que me llevan a recordarlas mientras intento reproducir plantas. Este verano solo he robado unas pocas plantas: un potos (que sigue en un bote con agua) de la consulta de la dentista, un romero, (que parece que está contento y va a pegar) de casa de mi tío Juan, una lengua de tigre de casa de mi madre; por último, a principios de verano me llevé esta Tradescantia (he googleado el nombre, y lo mola todo), que parece que se multiplica rápidamente, de los jardines de un hotel. Robé también un hijo de un aloe vera, pero tardé en meterlo en tierra y murió. Minuto de silencio. Volveré a intentarlo, porque una casa sin aloe es como un jardín sin flores. Y ya que viene al caso, revisando los bulbos, veo que las calas están brotando nuevamente.
Tengo que confesar mi amor eterno a los bulbos. Tu los dejas ahí, aburridos y olvidados en un tiesto, y cada año, cuando los planetas se alinean, ellos brotan. Me encantan.
Y ya con el jardín arreglado, nos vamos a las lentejas. Ya sabes, lunes y lentejas.
De un tiempo a esta parte tengo que poner toda mi energía en la comida, porque tengo aquí una comensal de lo más exigente. Exige no salirse del menú que tiene conocido y probado desde que empezó a comer sólido, y yo estoy más aburrida que una ostra perlera de comer siempre lo mismo. Así que desbordo creatividad para engañarme y camuflar los platos de siempre y que no me aburra soberanamente. Porque hacer dos menús está totalmente fuera de toda posibilidad.
Hoy, crema de lentejas, con rúcula, yogur griego y semillas. Las cremas admiten tantos ingredientes que son caballo ganador.
Y ya con las plantas atendidas y las lentejas en postpandrial, me voy a leer trabajar un rato.
Buen lunes! Buen septiembre!
Cuanto me alegro que septiembre y lunes te haga feliz… yo en cambio estoy pof, la vuelta al horario de invierno, a trabajar por las tardes, el no poder pasar la tarde con mis peques me tiene comida la moral.
No quiero que empiece el curso, este verano se me ha pasado demasiado rápido, he hecho muchas cosas, sí, pero me quedaban aún otras en mi lista, el tiempo pasa cada vez más rápido, veo que mis hijos crecen y no puedo dedicarles todo el tiempo que me gustaría.
Yo ejerzo de amo de casa a tiempo completo y obviamente hago la comida, además me gusta cocinar con lo que no es obligación si no devoción. El caso es que las mujeres a mi cargo, alimentariamente hablando, son incompatibles en sus gustos. Tras semanas de desespero y discusiones varias por la comida de mediodía me llevaron a tomar una decisión drástica: Les dije que se sentaran en la mesa de negociación (la del comedor) y que elaboraran un menú mensual, de lunes a viernes y de cuatro semanas. Tras arduos debates llegaron a un consenso y me pasaron el menú. Lo imprimí y en la puerta de la nevera está.
No se repite comida ningún día del mes, con lo que tampoco es que haya motivo para quejarse porque comen siempre lo mismo, de hecho comen lentejas doce veces al año y otro tanto de potaje, guisado o cualquiera de las comidas que eligieron. Yo he ganado en calidad de vida y como soy virgo me organizo mejor con las compras de alimentos.