Una vela que se apaga;
una llamada que se corta;
un número equivocado.
Una nube negra que me quita la luz de la ventana;
un pensamiento;
un escalofrío por la espalda.
La vela que se vuelve a apagar.
Otro pensamiento,
más pesimita que el anterior.
Un teléfono apagado.
La tarde de domingo, larga como un día sin pan.
Trufo, que me mira y emite un lamento;
se acuesta a mis pies, y vuelve a mirar.
De repente un grillo, negro, grande, saltarín.
No se va, no se quiere ir.
Le echo pero vuelve a entrar, desisto de sacarlo hacia afuera.
La vela sigue encendida, el teléfono ya da señal.
Por fin, una voz…. y aunque todo no fue como esperaba, tampoco es para decir que “Hoy todo ha salido mal”.
Después de esto se podría decir que es mejor no creer en las señales, sin embargo yo no tengo remedio, y prefiero pensar que la señal positiva la trajo el grillo….
Que desde ahora meteré en mi lista de bichos de la fortuna… me niego a dejar de soñar y a que mi imaginación se ponga de baja, huelga o se jubile.