En Diciembre, compré tres plantas. Una era hermosa llena de flores; otra tenía una única flor pero robusta y fuerte; y la última tenía dos flores preciosas pero un aspecto muy débil.
Han pasado los meses.
La que estaba llena de flores cayó primero. La cambié de sitio, el tiempo de riego, le hablé, la mimé… en cuanto murieron sus flores, no lo soprtó más y murió entera.
La robusta cayó tres semanas más tarde. La cambié de sitio, el tiempo de riego, le hablé, la mimé… pero aún así, murió sin más.
Sin embargo, aquella, la de las dos flores, la más débil de las tres, sobrevivió al invierno, y pasó triunfante por la primavera; y ahora que estamos en verano, me regala una de sus espectaculares flores.
Una vez más, esta vez la naturaleza, me demuestra que las apariencias engañan. No se debe juzgar por la primera impresión.