Está a punto de llegar otro domingo, y aún tengo la crónica del pasado por transcribir.
Así no llegamos a ningún lado.
Tengo una excusa perfecta, el trabajo se ha impuesto esta semana, y he estado totalmente absorbida por un nuevo proyecto que se asoma a mi puerta. Se supone que está todo atado, pero falta una notificación, así que de momento, sigo mirándolo de lejos y con cautela.
El fin de semana pasado fue el finde grande de las fiestas de nuestro pueblo.
Había un programa lleno de actos.
El sábado se hacía la clásica ofrenda a la Vírgen, a la que acudimos como el año pasado, porque el cole de Emma tiene rondalla, y ella quería ver a sus profes bailando y cantando.
De allí, y aunque hice grandes esfuerzos por escurrirme, llegamos a la fiesta de cochitos, es decir al recinto ferial, con sus luces, sus atracciones y ese tufillo resultante de la mezcla de la carne de cochino frita, los perritos calientes y el algodón de azúcar.
Tengo ya asumido mi malignidad como madre a estas alturas de película, y haciendo gala de la misma, no había llevado nunca a Emma allí. Es decir, que nunca se ha montado en ninguna de estas atracciones multicolores y ruidosas.
Emma no sabía donde parar la atención, así que me dijo que primero quería ir a dar una vuelta por todos para verlos bien.
En mitad de la vuelta, recibí el mensaje de mi prima artista, invitándonos a una exposición de sus acuarelas, y al monólogo que haría después. Le pregunté a Emma si quería ir, y la mirada que me devolvió, pareció que se alegraba infinito de tener una excusa para salir de allí.
La exposición fue genial. Parte de mi familia arropábamos a mi prima, y disfrutamos a partes iguales de sus láminas y de los monólogos de después.
Llegamos a casa, cansadas, pero contentas. Emma no paraba de hablar de todo lo que habíamos hecho y de lo tarde que era. Creo que es la primera vez que se le hacen las 10 de la noche y está en la calle. Estaba fascinada.
El domingo por la mañana acudimos a una exposición de coches antiguos que hay en el municipio. Los coches antiguos tienen algo que me dejan hipnotizada. Ver el mimo con el que sus dueños los cuidan y los arreglan, me llega hasta emocionar. La simplicidad de la mecánica de esos motores, y el lujo de los detalles, los hacen piezas únicas.
Y por la tarde, fue nuestro momento. Emma está yendo a ballet, cosa que merece una entrada aparte. La cuestión es que el domingo actuaron, dentro de la programación de actos infantiles.
Cualquier cosa que ponga aquí ahora va a ser insulsa, en comparación a la cantidad de sentimientos que se me despertaron.
Ella dice que lo pasó muy bien. Y que le gustó estar en el escenario delante de tanta gente. Yo no sé bien cómo tomármelo, aunque todavía me cuesta recordar el momento sin que el orgullo me llene y las lagrimillas inunden mis ojos.
Estas actividades tan divertidas para nosotros deben ser un pasada para ella, para todos los peques que lo viven por primera vez. Todo un acontesimiento, estas son las semillas que les damos para que los pequeños decidan cuidarlas y puede que germinen creando una bonita personalidad.
Besos!!!
El año próximo en la exposición de coches antiguos llevas el objeto de mi enamoramiento 🙂