Desde el jueves se está celebrando en el Norte de la isla, el festival de Cometas. Ya hace algunos años que se celebra, pero aquí la menda lerenda, no había pisado la arena durante el festival ni había disfrutado de ese espectáculo.
Este año no dejamos escapar la oportunidad, y allá que nos fuimos. Tres madres, tres niños.
Ha sido uno de esos días de comprobar que disfrutar de la vida es bien, pero hacerlo en compañía es mejor.
Yo no me creo mucho eso de la necesidad de los bebés por socializar, y que esa sea la razón principal por la que llevarlos a la guardería. Pero sí que he comprobado que llegado a los 3-4 años, no existe necesidad, pero sí mucho disfrute al compartir el tiempo y las experiencias con otros niños. Así que esa sí que es una de mis principales razones por las que moverme.
Lo tengo asumido, me cuesta moverme. Me gusta mi entorno, mi zona segura. La actividad fuera de mi casa me cuesta, aunque una vez en camino, soy consciente de lo bien que me sienta.
Echamos rumbo norte, con la cámara en mano, y disfrutando de la música infantil y una conversación a cuatro voces.
Inicialmente el cielo se presentaba gris, con nubes espesas que nos hizo coger chaquetas, y que presagiaban viento y frío.
Pasado Parque Holandés, ahí se alza Montaña Roja. Que según las niñas, no es roja. Sus cabecitas están amueblándose con las particularidades del lenguaje, todavía no entienden los matices, y las acepciones de las palabras. Y es toda una experiencia verlas argumentar.
Las lluvias pasadas, una vez más, ya han dejado presencia, y un manto verde se empieza a ver por todos los bordes de las carreteras de la isla. La magia del agua en esta tierra es ya en sí, un auténtico espectáculo.
Pasada Montaña Roja, ya se ve Isla de Lobos y un poco más allá: Lanzarote. Qué complejo explicar que en la isla no hay ya Lobos, y que a Lanzarote no podemos llegar en coche.
En cuanto llegamos a las dunas, ya se veían las cometas. Muchas cometas que surcaban el cielo. De todas las formas y tamaños. De miles de colores.
Pudimos aparcar sin demasiada dificultad. Y en cuanto pusimos a los niños en el suelo, fue como si hubieran estado atados mucho tiempo y de pronto pudieran echarse a correr sin ningún tipo de impedimento. Correr duna abajo, correr duna arriba.
Recuerdo hacerlo de pequeña, y la sensación de libertad es absoluta.
Recomiendo esta experiencia a cualquier niño, adolescente o adulto.. Echarse a correr por la arena es terapéutico.
Las nubes fueron despejándose, y el cielo se presentó limpio y azul. Entre eso y la carrera, entramos todos en calor rápido, y nos deshicimos de chaquetas y zapatos. Tuvimos la oportunidad de construir nuestra propia cometa, y de echarla a volar.
Emma tomó su cometa, su cuerda, y solo necesitó una escueta demostración gráfica para hacerlo ella misma. Y de ahí se lanzó a correr, a seguir corriendo por toda la arena. Solo paraba para coger aire, verificar que la cometa seguía en el cielo, e intentar hacer unas pocas volteretas.
Pasamos el día entre arena, cometas y el alisio.
A la vuelta a casa, el Sol se iba poniendo e iba bañando de esa luz dorada tan típica de esta tierra en esta época del año. Las niñas venían ya quedándose dormidas con el ronrroneo del coche en la carretera. Las madres, también cansadas, pero con cara de felicidad.
Ciertamente el día no podía haber sido mejor.
Es fácil ser feliz así. Es fácil ser feliz aquí.
Joe, qué fotos tan preciosas, sobretodo las de las cometas. Mira que no he volado nunca una -o quizá sea precisamente por eso- perome has dado muchas ganas de comprarme una mañana mismo.
Este año planeo ir precisamente a Canarias de vacaciones…a ver si puede ser 🙂
Preciosas carreteras para disfrutar en moto. Tu isla es una maravilla.
Vicent.