Hoy te echo de menos. Y es extraño porque hace tiempo que no me acuerdo de ti, así funciona mi mente, práctica me dicen por ahí. Cobarde, me digo para mis adentros, esos que nadie puede escuchar. No me gusta recordarte porque ya, no puedo verte, hablarte, tocarte…
Dicen que nunca se van del todo, pero aunque he probado a hablarte, nunca obtuve señales que me dieran la certeza de que existía comunicación entre nosotros. Tal vez no lo hago bien, tal vez no me esfuerzo lo suficiente.
Sé que no estás lejos, porque en dos ocasiones viniste a traerme un mensaje. Me acuerdo perfectamente, la primera vez fue cuando dejaste todo esto. Llegaste a mi cuarto, oscuro y frío, y te sentaste a los pies de mi cama, con las manos apoyadas en las piernas, y la cabeza mirando el suelo. Yo no tuve ni la fuerza ni el valor para mirarte. Sabía que estaba pasando, pero una vez más me negué a aceptar lo evidente. Empecé a temblar, y un miedo que nunca antes sentí inundó todo mi cuerpo. Nadie dijo nada. Por la mañana llegó el mensaje que yo ya sabía.
La segunda vez fue en La Tierra, apareciste allí en medio, te quedaste en el escenario, me miraste, te reíste y me hiciste señas para que no dijera nada: sshhhhhhh, silencio. Esta vez me atreví a mirarte de frente, y no sentí miedo. Esa única comunicación de segundos me hizo entender muchas cosas que han pasado después.
Hoy he leído tu carta, la única que me enviaste. En el sobre pone: “Ojos bonitos…..”. Siempre me llamaste así.
Te fuiste y yo no tuve ni ocasión de despedirme. La última vez que me hablaste de forma normal…He revivido esa conversación en el Mafasca durante las Navidades, un montón de veces…. ¿Me estabas pidiendo auxilio?…. Tengo la sensación de que nos quedó una conversación pendiente. Si quieres háblame esta noche, hoy tengo fuerzas, hoy estoy preparada… hoy te echo de menos.