La semana pasada te conté dónde fue que empecé a escribir por primera vez, la libreta de Mickey que aún me acompaña.
Después de esa libreta vinieron muchas otras de Agatha Ruiz de la Prada, y luego las de Jordi Labanda. Tuve también algunos diarios que eran agendas de Alcorde. Se las daban a mi padre de dos en dos cada año, y yo siempre pillaba una. Qué recuerdos me traen aquellas agendas que eran de piel granate por fuera, y por dentro venía el santoral, las lunas y un montón de gráficos sobre nudos marineros.
Tengo muchas libretas. Ya puedes intuir de dónde vino la inspiración para empezar a contar la historia de Tía Enriqueta. Será difícil que no sepas de qué hablo, pero por si acaso, es la protagonista de la Saga que estoy escribiendo. Empieza con el Manual de Primavera, y en los enlaces de mi página tienes todos los detalles, incluso el primer capítulo para que empieces a leer.
Hace unos días en Instagram publiqué una foto mía del 2004. Echa la cuenta.
En ese año descubrí lo que era blogspot, que luego fue Blogger, que luego terminó siendo wordpress.
Recuerdo las horas que dediqué a leer blogs de otros, antes de que me envalentonara y creara el mío propio. No pasó demasiado tiempo, tampoco te creas. Ese fue justo el año en el que decidí publicar por primera vez un post en este blog.
En aquel tiempo (parece esto una entrada de un Evangelio, mas que de mi blog), yo estaba pasándolo regular. Mi mazmorra no tenía ni nombre ni apellido, pero estaba clara que estaba allí. Estaba desesperada por encontrar un noray al que asirme, y dejar de sostener los embates de la marea. Me corté el pelo chiquitito. Y cuando no estaba trabajando, escribía, leía o cosía. Mi sitio de refugio además de las palabras y mover las manos, eran las canciones.
Y de eso hablé en mi primer post en el blog.
Todavía no sé cómo llegué al nombre, pero desde el minuto uno sentí que me representaba: historias de una bruja sin escoba.
Han pasado 20 años, y sigo siendo la misma. Bruja sin escoba. Sí soy.