– Déjame tu corazón. Te lo guardaré y cuidaré muy bien.
Se lo di.
Desapareció. Al tiempo:
-¿Quieres que te devuelva tu corazón?.
– ¿Lo estás cuidando bien?. ¿Le das de comer, lo sacas a pasear, le hablas?.
– Sí, claro. Hago todo eso, y además le canto canciones, y por las noches lo arropo. Y lo tomo en mis brazos cuando tiembla.
– Ah!, entonces quédatelo, creo que lo cuidas mejor que yo.