Los días pasan, y las cosas siguen igual. Yo aquí, consumiéndome. Mi cabeza origina un tráfico de pensamientos diarios que son inabarcables aquí, así que terminan en la papelera de mi mente. Los días siguen pasando, y siguen siendo grises. No me acostumbro a esta ciudad (…), ni a la gente, ni a esta casa, ni a este tipo de contacto…
Me pregunto cuál es la diferencia entre los días grises y los días negros. Tal vez no haya ninguna, al menos en mis días, y podría decir que todos son negros, pero que tal vez diciendo que son grises disfrazo la realidad, que mis días grises son negros como una noche sin luna. Ya sé lo que piensa el resto, que me quejo de vicio, que ..bla bla bla.
Vuelvo a lo mismo, ahora esto es mi gran problema y parece que yo estoy sola ante él. Nadie me puede ayudar porque nadie ve el problema que tengo en frente.
Me acuerdo de un maravilloso libro que he releído “El desencuentro”, hay un párrafo totalmente desgarrador donde el protagonista afirma que después de unos desafortunados hechos y su propia cobardía, solo le queda una cosa: esperar a que su corazón deje de latir, y que con ello deje de respirar, llevando irremediablemente a su cuerpo hacia la muerte.
Los días pasan y yo sigo consumiéndome, nunca imaginé que a mis treinta, mis días iban a ser negros.