He venido a actualizar mi pobre blog. Ya nadie lee blogs. Y ese es el principal motivo de que a mi me den ganas infinitas de venir aquí a vomitar letras. Me siento a salvo escribiendo para mi.
He puesto el spotify, y ha empezado a sonar Santiago Cruz, y me ha entrado la nostalgia. Santiago Cruz es el verano del 2010, MiTrinchera, MiCubano y su manera de devolverme el sueño y las ganas de vivir. Es Vecindario con viento, contar Perseidas sobre el techo de un Pathfinder, y es también una piedra. Dolorosa, angulosa, y con liquen tipo chicle. Casi no me la quito de encima, la verdad. Pero lo logré. Todo lo anterior me ayudó mucho. Y también Santiago Cruz.
Ya se va acabando el verano. Estamos en casa. MiMariposita ha cumplido 7 años, entre un montón de LOL y de música de Guineo Colectivo. Hemos bailado mucho, disfrutado de la playa otro tanto, y sobre todo hemos pasado largos ratos con LasNiñasdelGurú. Ha sido un verano de construir recuerdos. Sé que los veranos en NuestroNorte, formarán los recuerdos a los que ella quiera volver desde que sienta un poco de perdida. Creo firmemente en ello, y por eso me doy a este trabajo con la pasión de un artista.
También hemos aprovechado para leer, y hemos terminado el Príncipe Caspian. Para el próximo, mucho me temo que ya no me va a necesitar, y lo leerá sola. No te creas que no me da un poco de pena el asunto.
Ayer, para ir volviendo a la rutina de la forma menos dolorosa, saqué a Fefi de la nevera. Fefi es mi masa madre de centeno. La refresqué dos veces, y ella despertó con alegría. Creció hasta casi salir del bote. Hice un pan integral, tipo hogaza, que es con lo que desayuno cada mañana. Pero como todavía tenía un montón de masa madre, me decidí a hacer otro pan. Cuando ya tenía la masa madre separada y le había añadido lo que quedaba de la harina de espelta, y me fui a buscar más, comprobé con horror que no tenía.
En ese momento de pánico, respiré hondo, e invoqué la sabiduría de los panaderos que conozco. Sin dudar me fui a la nevera (sí, yo guardo todos estos ingredientes en la nevera) y cogí el gofio. Gofio de trigo LaPiña, que es el que usamos nosotras.
También saqué del congelador las naranjas confitadas que tengo para los roscones, y por un momento me sentí Alfredo Lingüini manejado por el Chef Remy. Lo que me viene muy al caso porque estoy leyendo La mujer habitada, y por el momento todo me parecen señales y mensajes.
Al caso, que me despisto.
La cosa es que completé mi pan de masa madre de centeno, agua y harina de espelta, con gofio. Le puse las naranjas picadas, semillas de amapolas y chips de chocolate; y su pizca de sal.
Lo amasé un poco, y lo dejé levar dos horas. Pasado ese tiempo, lo formé en forma de pan de molde, y lo dejé reposar otra hora más ya en el molde rectangular. Pasado ese tiempo lo metí en el horno, casi otra hora más a 220ºC.
Lo he dejado reposar toda la noche, y esta mañana cuando he ido a cortarlo, he notado el olor. Y me he llenado de confianza. Según iba partiendo rebanadas, salía el olor a naranja, mezclado con el del chocolate, y la acidez propia de la masa. He flipado mucho, la verdad.
Pero el golpe final me lo he llevado cuando lo he metido en la tostadora, y le he dado el primer mordisco. Ha sido apoteósico. Sin duda el mejor pan que he podido hacer en mi vida.
Hasta MiMariposita ha venido a la mesa al olor de la rebanada recién tostada. Nos hemos dedicado a saborearla en silencio, con cara de completa satisfacción.
Me he puesto a pensar en el libro que leo, y le encuentro toda la relación del mundo, las señales llegan casi sin tiempo a poder atenderlas a todas. Y hoy se me hace muy muy real el slogan de las chicas de somospolvorosa.
Este otoño va a ser la caña. Te lo digo yo. CONFÍA COÑO!
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Ese momento del año
La nostalgia
Allá va primero de primaria
Feliz cumpleaños blogueril
Hace 14, a esta hora más o menos, se me cruzó por la mente la idea de abrir un blog.
Fue un pensamiento fugaz, pero que dejó una huella en forma de estela, que aún hoy recuerdo con alegría y cosquilleo en la barriga.
Vengo menos de lo que me gustaría, y tengo autocensuras que me limitan mucho las palabras. A veces sueño con soltar un “a la mierda con todo”. Pero luego encuentro cada una de las razones de esas mordazas, y se me pasa ese sentimiento kamikaze.
Ponerme delante del teclado y dejar respirar los dedos es mi terapia. No te creas que por no ver mis letras aquí, es que ya no escribo, nada más lejos. Ahora acumulo libretas, y gasto bolígrafos.
En estos catorce años han pasado muchas cosas. Ha pasado la vida.
Se han eliminado personas, unas las ha borrado la vida, a otras las he borrado yo (Gracias a Dios).
Soy mucho más feliz ahora, claro que sí. Y también mas segura, y más serena, y sobre todo más pasota. Ya no dudo de que saldremos adelante. No dudo de mis fortalezas, y mi mantra es: Todo pasa.
Mis miedos han mutado, y aunque he vencido algunos, otros siguen intactos. Sigo siendo gatufóbica, y la vida me ha regalado a una niña que es la amante de los gatos número 1.
Sigo tejiendo mucho, veo amor en cualquier esquina, encuentro magia en mi Atlántico sonoro, y la paz en una taza de CaféCafé.
Después de todas las entradas de desesperanza que hay por aquí, encontrarme así ahora, me reconcilia con la vida.
Benditos todos los muertos de mi armario, si cada uno de ellos contribuyó a que hoy estuviera aquí.
Brindo por las letras, por los posts de canciones, por los cafés virtuales, y por seguir encontrando la forma (a pesar de la censura) para llegar hasta aquí.
Hell was full….
Iba a titular este post: tortas como panes.
Porque mis panes últimamente quedan espectaculares, (cero sentimiento de culpa por no tener humildad, en este caso) por fuera y por dentro. Bien dicen por ahí que la práctica hace al maestro. Llevo panificando cinco o seis años. No sé cuantos panes habré horneado la verdad, pero han sido muchos hasta llegar a este punto.
Estoy orgullosa de mis panes, para qué te voy a decir otra cosa.
La cosa es que hoy no vengo a contar lo bonito que son mis panes, sino las tortas que se han repartido por estos lares, sin ni siquiera yo, mover las manos. No te engaño, saben bien, casi tanto como mis panes.
Resulta que hace como dos años me llamaron para desarrollar un proyecto. Allá que fui, con la ilusión a flor de piel, y mi firme propósito de hacerlo lo mejor posible. Digamos que el proyecto tenía un director, (con el que yo no trataba mucho), y subdirector (con el que sí trataba más).
Durante esos casi dos años, sudé mucho, no solo por lo complejo del proyecto sino por el trabajo de tener que lidiar con un montón de gente.
Pasado el tiempo, el proyecto se fue concluyendo, y mi trabajo allí también. Sin embargo, un nuevo proyecto lo sucedió, en el mismo sitio, con el mismo “personal”.
Yo, no te voy a decir otra cosa, me pasé largos meses esperando a que sonara mi teléfono con la propuesta de volver al mismo sitio con el nuevo proyecto. Pero como te digo, los meses pasaban, el proyecto ya iba rodando, y yo a todas luces, estaba fuera.
Entonces empezaron los rumores. Y resulta que llegan a mis oídos las razones por las que no contaron conmigo. Se dice, se rumorea, se comenta, que el director no me quiere.
Se dice, se rumorea, se comenta, que el subdirector hizo todo lo que pudo por reengancharme, y que no le dejaron.
Yo en casa, ahogando mi ansiedad en un arroz con costilla, hice muchas cábalas. ¿Qué habré, hecho-dicho-no hecho-no dicho, para que esta persona no me quiera allí?.
Mis conjeturas iban por todos los derroteros posibles, casi ninguno acababa conmigo en un buen lugar.
Pasadas algunas semanas, decidí cerrar capítulo y asumir que para el director no soy grata, y que el subdirector, realmente se había partido la cara por intentar contar conmigo.
Y así pasaron las semanas.
Y entonces, sonó mi teléfono.
Me llamó el director, él en persona. Me emplazó a una reunión con él, y me propuso empezar.
Y se destapó el pastel.
No era él el que no quería contar conmigo, como ya habrás supuesto.
Estoy feliz. El proyecto me gusta, y me hace volver a disfrutar de mi trabajo.
Y también estoy feliz porque la verdad ha salido a la luz. Porque no hay cosa que me repugne más que la gente desleal, y si encima de desleales son deshonestos, ya es que no lo soporto.
Siento lo mismo que cuando me despidieron por culpa de un personaje, y meses más tarde me llamaron para sustituirle. Supongo que sentir revancha no es un sentimiento muy noble, pero soy humana, e imperfecta, y a estas alturas, no voy a pedir perdón por ello.
Ya tengo outfit para el primer día de trabajo, y para afrontar ese encuentro con todos los implicados en el proyecto.
i came back
Yo me alineo los chakras tejiendo
Lunes. Lunes de esperas y sin noticias.
Recuerdo cuando era joven y delgada, como dice siempre mi compadre, siempre estaba esperando. No recuerdo bien qué esperaba, pero siempre estaba ansiosa y esperando algo. Bueno, malo, quien sabe. Esperando.
Desde que no soy tan delgada pero un poco más mayor, (y madura, espero, o no tanto, no sé), no espero. Nada en general, de nadie, de nada. No espero nada de nada. Me va mucho mejor, o eso creo.
Pero hay lunes, que espero noticias. Y todo ese arte zen que cultivé concienzudamente durante el fin de semana se va al garete, y se me desalientan los chakras, y se me altera el chi.
La cosa es que desde el viernes sabía que el lunes iba a ser uno de esos lunes ansiosos, y por tanto, me dediqué a construir una atmósfera zen. Que traducido del violeto, significa comer bien, tejer mucho y amortizar netflix.
Este fin de semana tejí una barbaridad. Tengo que reconocer que he ido adquiriendo con el tiempo una velocidad con las agujas de la que me siento muy orgullosa, para qué te voy a contar lo que no es. Mi amiga del alma, salía hoy lunes con su bebito de viaje, y me pidió encarecidamente unos gorros. Ella me facilitó la lana, y yo puse la mano de obra. En un par de horas gasté los dos ovillos que me trajo en dos gorros de esos de satisfacción inmediata y doble, porque ahora sé que este niño lindo está recorriendo Granada con sus orejas a cubierto, para dejar de lado todo tipo de gérmenes y viruses. Si no lo sabes te lo explico: los virus entran con el frío que te da en las orejas y en la boca. Esto es un conocimiento ancestral que se te desarrolla de manera espontánea en cuanto te reproduces.
Fíjate cuando hay un poco de aire fresco y hay niños, vas a escuchar a las madres y a las abuelas decir: boca cerrada boca cerrada, para que no te entre el frío. Bueno, pues si lo has oído ya sabes por lo que es.
Después de un par de cafés, y con la velocidad en los dedos, retomé las pinwheel jackets. Deberíamos salir a hacernos una sesión de fotos digna, pero es lo que tienen las prisas y el poco tiempo. Y también por ahorrarle el suplicio a Emma, que cada vez que le voy a poner algo que le tejo para sacarle una foto, me pone una cara de sufrimiento y hastío que me come la moral. De momento y con la subida progresiva de temperaturas que estamos teniendo, creo que se van a quedar sin estrenar hasta el próximo invierno. Tengo que decir que han sido una labor maravillosa, por lo fácil, y la cantidad de ovillos que he quitado del medio.
Seguí tejiendo, porque aún debió de quedarme algún chakra por ahí mal puesto, y haciendo un grandioso esfuerzo, no empecé nada nuevo. Retomé la Umaro Blanket, y ya no es que me tape con ella, es que directamente me envuelvo. Ya tiene un tamaño más que aceptable, pero en el instante de la foto, me quedaban aún dos ovillos por usar. Me planteé dejarla así, pero claro, que iba a hacer luego con los dos ovillos restantes. Así que nada, tiré p’alante. En estos momentos me queda solo un ovillo, y la manta ya da para cubrir todo el ancho de la cama. Va a ser una manta manta, de las de hacerse un churrito.
Y todo esto lo tejí viendo toda la quinta temporada de The Americans, que la tenía por ahí aparcada. No sé si ya he dicho la especie de ternura que me producen estos espías cambiando constantemente de aspecto físico, y sin teléfono movil o cualquier otra tecnología.
Hay días que me parece que va a llegar el apocalipsis o un ataque nuclear, y entonces me dedico a cocinar todo lo que tengo en la cocina. Resultado de estos ataques son los cuatrocientos tuppers que van llenando el congelador, y que para días como los de este fin de semana me aligeran tanto el trabajo. Estos días saqué un caldo de esos que hice en invierno a baja temperatura en la crokpott. Maravilla de aparatito. Va llegando el momento de otro ataque de estos porque este era el último tupper de caldo. Acompañado de pan de centeno, y queso majorero.
¡Ah! el pan de centeno, otra cosa que tienes que probar si no lo has hecho ya. Fuerte cosa buena. Y el chucrut con puerro y cúrcuma, mucha cúrcuma. Cuando lo hago me parece que he hecho un montón, cuando se va acabando siempre pienso: ¿por qué no hice más?.
Y hoy, que sabía que iba a ser un día de ansiedades varias, salí a la calle con la chaqueta que MiLoli me tejió. Cuando tengo días así, busco cosas para tener a la gente que quiero, cerca. Las personas que me abrazan y me reinician como dicen por ahí. Esa gente que me encantaría tener cerca pero que están lejos.
Y pasó el día, y la chaqueta hizo su función, y la alineación de los chakras, pues casi que también.
Ni un jardín sin flores, ni una Semana Santa sin semla
Pues justo eso. Aprendí lo que era un semla hace como tres año, testimonio gráfico del 2015, 2016, 2017, y desde entonces forma parte de esas pequeñas constantes que se están convirtiendo en tradición en nuestra vida.
Me gustaría que cuando Emma fuera mayor e independiente, lo que se le venga a la mente de su infancia fueran las largas partidas de parchís, las canciones que bailamos y cantamos, los libros que leímos y el aroma de todo lo que sale del horno, entre muchas cosas.
De los semlor poco más puedo contar, porque lo llevo haciendo desde hace unos años, lo de contarlo, digo. Solo que merece la pena hacerlos, el momento atorrijamiento es tocar el cielo, de verdad de la buena.
Esta Semana Santa, también hemos sido fieles a nuestras tradiciones, MiNorte, aunque cero playa, porque fresco hace un rato, y este invierno que hemos logrado superarlo sin fiebres ni toses, no voy a ser yo la que ponga en riesgo esta salud que tenemos. Como digo, la playa la hemos visto de lejos, contando los días de frío que quedan para ir a remojarnos felices, que ganas tenemos unas pocas.
Bollos atorrijados para merendar o desayunar, libros a media tarde, y muchas agujas.
Después de la merienda, entre la ducha y la cena, hemos ido cogiendo la costumbre de leer. Parece increíble que estemos en este punto, cada una con su libro, y compartiendo el rato de silencio en el sofá. Emma está leyendo historias de grandes mujeres, y yo he vuelto al lado de la literatura latina, que hacía mucho tiempo que no me rondaba por este estilo, y casi había olvidado lo mucho que me atrapa.
En las agujas he tenido estos días una Camila Blanket, que ha sido un proyecto muy llevadero y apetecible durante estos días. Lo he tejido casi en piloto automático. Satisfacción casi inmediata.
La banda sonora ha corrido a cargo de Estalactitas, en casa, en el coche, en cualquier momento.
Así ha sido nuestra Semana Santa, tradicional, y tranquila.
Primavera, vienes o qué?
Ya sé que la primavera llegó ayer, pero para mí, que soy un espíritu libre que va a su aire, la primavera siempre viene con el cumpleaños de MiGurú aka MiHermano, y eso es hoy. Así que: welcome spring!!
Pero a la spring, le ha parecido bien hacerse la interesante, y hoy ha amanecido un día de lo más invernal: viento y nubes a partes iguales. Y frío, mucho frío. Tanto, que hoy he vuelto a sacar mi Stasis Pullover, que casi tenía ya guardado hasta el invierno que viene.
Habrá que esperar a mejores días, con sol y manga corta.
Mientras me pongo un desayuno típico de fin de semana, con lemon pie y té, y libro. Y hago un aparte de responsabilidades y dejo las cosas ir. Que qué manía esto de estar siempre con la lengua afuera apagando fuegos.
Ayer, haciendo un descanso de mis rutinas laborales, me di una vuelta por el blog de albis, y me puse a hacer inventario de las labores de punto que también tengo a medias. Me pareció una buenísima idea copiarme vilmente de su post, y a ello voy.
Nueve proyectos empezados, no está mal, eh?
1. Domino Knitting Square, está hecha con todos los restos de los calcetines que he tejido a lo largo de mi vida tejedora. Tenía hechos 177 grannies, y los estoy deshaciendo para hacer esta manta. La idea era hacer una manta de restos, y en su momento, allá por el 2014, me pareció buena idea hacerla de ganchillo. Cuando se me empezaron a acumular los grannies, vi un ligerillo problema a la hora de unirlos, pero dejé apartada esa decisión para más adelante. Hace unos meses, cuando vi en IG la manta que Lolita hizo usando esta técnica del domino knitting, vi la luz, y no me pesó nada tirar de la hebra. Ahora mismo tiene ya 73 cuadrados, y va a buen ritmo.
2. Medias a rayas, patrón de calcetines básico, hasta la rodilla, y a rayas. Sin misterio y sin ciencia. Los voy trabajando mientras Emma baila.
3. Umaro blanket, no he gastado ni un ovillo, con esto te quiero decir, que está recién empezada. Solo que ese recién fue allá por el 2012. Está entre mis prioridades de este año.
4. Baby Romper, estoy diseñando un patrón de pelele, y esta es la test sample, lo empecé hace unos días, así que espero que esté listo estos días. Si doy con el patrón, claro.
5. Big Granny Square, otra manta de restos. En este caso, algodones. Tampoco podría saber desde cuando la tengo ahí, yo le calculo el 2014 más o menos. Ya tiene un tamaño considerable, y cubre complemente un colchón de 1.35m. Me quedan pocos restos, así que desde que termine definitivamente con ellos, se acabó la manta. Pesa como un quintal.
6. Permafrost Shawl, va por el segundo gráfico, y también data del 2014-2015. No sé por qué lo aparqué, pero de momento tampoco es que tenga demasiadas de seguir con él. Volverá a mis manos en algún momento.
7. Arch Shape Socks, tejido casi el primero entero, y a punto de tirar de la hebra. No me termina de convencer la combinación fibra-patrón. Voy a ver qué hago con ellos este fin de semana, si tiro de la hebra o monto el otro.
8 y 9. Pinwheel Sweater para Emma y para mí. Las dos están hechas con restos de ovillos, u ovillos sueltos que tenía por aquí. Son las típicas chaquetas de asadero, porque la combinación de colores no es la más acertada. Con esto quiero decir que no he puesto ningún cuidado al ir escogiendo los tonos, más bien, meter la mano en la caja donde están guardados y decir: este mismo. A la mía le falta la mitad de una manga, a la de Emma están justo a la altura de la separación de las mangas.
Lo que más estoy tejiendo estos días son justamente estas dos chaquetas, y creo que probablemente sea de lo primero que termine.
Olivo Corso
El sábado pasado asistimos a un gran acontecimiento. Se inauguraba el Olivo Corso, que tu puedes pensar, ¡bues! ¡vaya cosa, otro bar más!.
Pues no, no es otro bar más, y no lo es por muchos motivos. Resulta que allá por principios del siglo pasado, como te lo cuento, por 1935, mi abuelo Silvestre, con sus propias manos, hizo una casa. Una casa grande que albergó 6 hijos, una esposa y a él mismo. No tengo ni una duda de que también mi abuela puso alguna piedra en esos muros. Tengo recuerdos claros de mis veranos en aquella casa, de mi abuela manejándola, y de cómo nos movíamos en ella.
Han pasado muchísimas cosas desde entonces, cosas como que diferentes materiales han ido cubriendo las piedras de esos muros. Hasta estos días, en los que a mi primo se le ocurrió la brillante idea de eliminar todas esas capas de mortero y escayola, para volver a descubrir las piedras que puso mi abuelo. El resultado ha sido totalmente espectacular, y aunque aún no está como va a quedar al 100%, tiene ya toda la esencia de lo que va a convertirse, o dicho de otro modo, de recuperar lo que algún día fue.
El Olivo Corso es un sitio distinto, en lo que ofrece para degustar, y en la energía que tiene para compartir. Y no voy a contarte mucho más de él, porque será mucho mejor que te encamines a su encuentro.
Emma y yo dimos buena cuenta de unos pintxos riquísimos y también de un rato de buena música y conversación. Aprovechamos para estrenar nuestras Louise Light Cardigans, un patrón muy fácil y resultón. He usado esta vez lanas katia, de la línea Concept, y tengo que decir que me han encantado. Seguramente repetiré con ellas. Han resultado unas rebecas de lo más ponibles.
Y ya de camino al coche nos hemos maravillado mirando a nuestro Charco. La mar estaba brava, poderosa y temible. Una vez más siento atracción y miedo a partes iguales.
Hoy estoy soñando con los pintxos que me voy a tomar dentro de muy poco, y rezando para que la bravura del Atlántico amaine un poco y me permita darme un el baño que voy necesitando.