Algunas tardes, antes de empezar con la rutina de noche, es decir, el baño y la cena, solemos bailar.
Ponemos nuestra lista de verbena, no es que sea una lista de verbenas de fiestas populares, es nuestra lista personal de bailar en casa.
Unas canciones las bailamos en el estudio, otras recorriendo el pasillo, y otras cojo a Emma y las bailamos agarradas.
Yo no sé cuánto tiempo llevamos haciendo esto. Probablemente desde que nació.
Esta semana, al llegar a una de las canciones que bailamos juntas, la cojí en brazos, as usual, y ¡ay!
Casi no puedo con ella ya.
Y de pronto se me agolparon un montón de pensamientos que me sacaron fuera de la canción, por lo menos mi cabeza se salió. Mi cuerpo siguió moviéndose con ella en brazos al ritmo de la música.
Pero mi cabeza se volvió loca. ¿De verdad ya casi no puedo con ella? ¿A dónde se fue el tiempo? ¿Por qué agujeros se me escurrió?.
Tengo la sensación de que tan solo hace dos días la tenía todo el día pegada a mí. Kangureándola constantemente. Pero los ratos con ella en brazos, van llegando al ocaso, es un hecho.
Me sentí invadir por la nostalgia, y también por una calma triste. No puedo evitar echar de menos a mi bebé.
Es decir, estoy refeliz de ver la niña en la que se ha convertido. Razona acertadamente, saca su carácter cuando cree que debe hacerlo, y ha aprendido a respirar hondo y controlar lo que a veces la asusta. Como las piscinas muy profundas. Traga aire y me dice: voy a intentarlo.
El viernes fuimos al Hospital a que le hicieran una analítica de control. El jueves le expliqué tranquilamente lo que iba a pasar, y crucé los dedos para que el trance fuera lo más ligero posible.
Cuando llegamos allí me dijo que estaba un poco nerviosa y que tenía miedo.
Me puse a su altura y le volví a explicar todo lo que iba a pasar.
Llegado el momento, siguió las indicaciones del enfermero y las mías, y todo fue fácil, tranquilo y rápido.
Cuando salimos yo me deshice en elogios para ella por lo bien que había afrontado el momento.
Ella, con mucho orgullo en el tono de voz me reconoció que había tenido un poco de miedo, pero que se acordó de lo que yo digo: que los miedos hay que superarlos.
Imagínate, casi salí del hospital levitando. Primero por su razonamiento y segundo porque he podido comprobar que me escucha.
Grande, Violeta, Emma ya es grande!
Yo acabo de llegar de un concierto que acaba de dar mi hijo pequeño, de 30 años ya, despidiendo su disco "olor a tormenta", en Libertad, 8, aqui en Madrid, y varias veces he roto el silencio diciendo Grande, Aitor, Grande!
El tiempo, el implacable, Violeta…
Grande Emma!
Grande vos!
Qué entrada tan bonita…
¡y todavía los hay que dicen que no hay que cogerlos en brazos! ¡hasta que me parta en dos, yo voy a coger a mi niño!
Imagínate que el vikingo no tiene ni un año y yo ya estoy lamentándome por las cosas que se han ido y no volverán. Porque suda demasiado y hasta le sube la fiebre del calor (!!!) cuando lo porteo y, por ende, tengo que llevarlo en el carro. Y muero de pena.
Hay que saborear el presente…
Tienes que estar super orgullosa de tu mariposita 🙂
Mmmmm…. el porteo… tan maravilloso…
Por si te sirve de consuelo, yo sigo cargando a Jorge. También es verdad que es un peso pluma. Pero le encanta que lo lleve en brazos.
El tiempo. Que escurridizo. Pero a ver quien es el guapo que nos dice que no lo hemos aprovechado…
Qué bonito, me ha encantado Volver a leerte…