Hacía tiempo que no me pasaba. Son demasiadas cosas que procesar, y mi ser entero no me obedece, solo quiere dejarse llevar, quiere fluir.
Lo pensé muchas veces: Cuando llegue Diciembre te controlarás.. No es nada importante, solo un mes más.
Pero no, no puedo dominar mis sensaciones ni mis sentimientos.
Y ya ando como loca. Ya miré un árbol bien bonito para mi nueva casa, ya saqué todo lo que he hecho con mis manitas estos últimos años, los manteles, los adornos, los individuales…Y me pregunto por qué me alboroto tanto. Las respuestas las recibo como descargas eléctricas:
– Me encanta el turrón.
– Se junta todo el mundo.
– Es la excusa perfecta para ver la gente que me queda más lejos.
– Hace frío. Mucho frío.
– No tengo que disimular ante la alegria de regalar, y la ansiedad al recibir.
– Aparece en la tele el anuncio del Almendro.
Y encima este año, tendré conmigo en mi casa algunas cosas que solo puedo tener de vez en cuando, porque las circunstancias han decidido que estos momentos sean racionados, que no por eso menos sentidos y esperados. Y además tendré vacaciones, con lo cual podré beber mucho vino sin miedo a las resacas, hablar mucho hasta quedarme afónica, y puede que tal vez, hasta saque los zapatos de bailar.
Así que desde ayer se me alborotó el cuerpo, me sentía como si me hubiera metido un chute de hipérico. Después de mis tardes maratonianas peleándome con planos y cálculos, coloqué música, y quise dejarme llevar sentada en el sofá: No pude, mis pies se tomaron la licencia de dar vueltas por toda la casa, y a mi no me quedó otra que seguirlos sin ni si quiera calzarme los zapatos que realmente saben bailar. Quedé agotada, pero plenamente satisfecha. Me gusta diciembre y este año más que nunca lo voy a disfrutar