Apuntes para el próximo invierno

Dice mi queridísimo Jabicombe, que aquí las bobas se acabaron, y tiene razón.
Este invierno que se acaba de ir, ha sido con diferencia uno de los más frescos que yo recuerdo. Puede que sea el cambio climático, o que mi termostato interno esté cambiando, que una ya se va a acercando a una edad más que comprometida; pero el caso es que frío, he pasado más que una tonta.
Y hasta aquí, miniño, a mí el año que viene no me coge igual.
Cuando me quedé embarazada (diciembre del 2010), hice una compra de lanas online, en la que estaba este ovillo amarillo mostaza, chillón donde los haya. La idea siempre fue hacerme estos maravillosos calentadores. Se me dio el momento propicio cuando tuve una amenaza de aborto, que me mantuvo 10 días de la cama al sofá y del sofá a la cama. Y los empecé, pero el patrón se me atragantó.
La amenaza pasó, la mudanza siguió, nació Emma… y el resto es historia. Y el calentador empezado se quedó perdido en una bolsa. Desde entonces, cada vez que he ido al cajón de las lanas, he tropezado con él. Pero me hacía la interesante y miraba hacia otro lado, como si no lo viera.
El lunes pasado decidí dejar de mantener estos incómodos encuentros. Tiré del hilo, y me dispuse a buscar otro patrón que me motivara más. No lo encontré. Así que volví a montar puntos, y me puse a tejer sin otro horizonte que acabarlos.
Una semana me han durado en las agujas. Mientras los tejía, dudé un momento si llevarlos a término y hacer calcetines realmente, pero el calado es muy grueso, e iban a quedar unos calcetines bastante bastos. Así que desistí de la idea, y los terminé tal y como aconsejaba el patrón.
La cuestión es que ahora al verlos acabados, he vuelto a sentir el flechazo que sentí la primera vez que vi el patrón original. Y siento que el tejido frenético de una semana ha valido la pena.
En otro orden de cosas, hemos estado de comida familiar, y de pronto mi padre ha descorchado este vino, que hasta hoy yo no conocía.
Ha sido otro flechazo.
Disimuladamente me he traido el culín que quedaba en la botella a casa, y a la que Emma se ha dormido, me he puesto a escuchar el disco de Marwan, y me lo he servido. Sí que está bueno, sí.
El vino y la música son los dos ingredientes que necesito para hacer profundas reflexiones.
Me pongo a pensar y me entra la risa. Y me rio yo de esos ladrones que van robando todo lo que encuentran, pero que luego lloran porque otro más listo, les hizo lo mismo.
Gracias querido Karma, por hacer el trabajo tan bien.

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